Varios meses han pasado desde que este periódico recorriera calles, explanadas y lugares de encuentro de los jóvenes de Córdoba buscando testimonio sobre cómo se encontraban en aquel momento y qué hacían en su tiempo libre. Cuatro para ser exactos. En julio las restricciones aún eran más leves y la chavalería tenía cierta libertad de movimiento y de elección en su tiempo de ocio, justo antes de la bofetada de la segunda ola. El tiempo pasa y las ganas flaquean, incluso para la generación del reguetón, que se ha visto especialmente afectada por las nuevas restricciones de la Junta de Andalucía.

Ellos también están «cansados» y entienden del dolor de la pérdida, de la enfermedad, de la impotencia y del paso del tiempo. Así lo comentaban el pasado viernes por la tarde en una de las zonas más concurridas durante las tardes de invierno para reunirse: la calle Camino del Patriarca, colindante al parador de La Arruzafa. Allí se reúnen en torno a coches y motos, ponen música y beben cerveza. La mayoría en grupos pequeños al aire libre, con mascarilla y, cuando no la llevan, con distancia de seguridad. «Tenemos 20 años. Hoy hemos salido a las cuatro de la tarde para poder aprovechar la tarde y nos venimos aquí a echar el ratillo. Esto está lejos de las casas, no molestamos, estamos en el exterior», explicaba una de las chicas de un grupo de cuatro amigos.

“No podemos hacer mucho más de lo que estamos haciendo ahora. Antes nos íbamos de fiesta cada fin de semana y ahora, míranos, los dos solos. Lo echamos de menos, pero nos ha tocado esto”

Dos amigos de 20 y 22 años, charlando uno frente a otro, sin querer ni siquiera sentarse, afirmaban que ahora solo se reúnen al aire libre, que les gusta hacer deporte y que sus viernes han cambiado por completo. «No podemos hacer mucho más de lo que estamos haciendo ahora. Antes nos íbamos de fiesta cada fin de semana y ahora, míranos, los dos solos. Lo echamos de menos, pero nos ha tocado esto».

Dos jóvenes charlan al aire libre en la calle Camino del Patriarca.

En otro coloquio, en el mismo lugar, formado por cuatro jóvenes -dos chicas y dos chicos de entre 20 y 22 años- explicaban que, normalmente, quedan para irse a un parque y siempre los cuatro. «Antes nos íbamos a los bares, pero ahora no le encontramos sentido. Trabajamos por la mañana y con habernos echado la siesta ya los han cerrado todos. Preferimos quedar sobre esta hora -18.30 horas- y a las nueve irnos para casa. Aquí estamos a nuestra bola, no tenemos a gente alrededor». Aún así, contaban, no se sienten tranquilos. «Esto es la cárcel al aire libre, estamos aquí, pero tenemos miedo de que venga la policía y, ya ves, solo estamos comiendo pipas y hablando».

“Esto es la cárcel al aire libre, estamos aquí, pero tenemos miedo de que venga la policía y, ya ves, solo estamos comiendo pipas y hablando”

En efecto, quince minutos más tarde, llegaba la Policía Local para controlar y desalojar la zona. Lo narraba un estudiante de Porcuna, perteneciente a un grupo de diez chavales en la zona más alta de Mirabueno, donde se habían trasladado de la zona anterior para seguir comiendo pipas y bebiendo refresco. Ante esta situación, el estudiante denunciaba que están toda la semana encerrados en casa estudiando y que necesitan «aire libre». La alternativa sería irse a sus pisos, pero considera que es «mucho más inseguro estar encerrados que estar reunidos así» y eligen, «conscientemente», reunirse en la calle, aunque eso conlleve el incumplimiento de la normativa vigente.

En esa misma tarde, según la información facilitada por el Ayuntamiento de Córdoba, 50 denuncias se tramitaron por la Policía Local por reuniones con más de seis personas, prohibidas debido a las medidas sanitarias impuestas por la pandemia del covid-19, y otras 45 por botellones -uno de ellos localizado por este periódico en la Cuesta del Bailío-.