Allí estaban. A ciegas, en busca de posibles víctimas. Con el humo inundando toda la vivienda, tras la máscara del equipo de respiración autónoma (ERA), el bombero no ve nada más allá de treinta centímetros. El corazón late con fuerza y el sonido de la respiración retumba en los oídos. Avanzan a tientas, hasta dar con los heridos. «Ese día estábamos de recorrido y por eso acudimos los primeros, porque éramos los que estábamos más cerca. Solo éramos dos». En un protocolo de salida de emergencia, lo básico es que el equipo lo formen entre cinco o seis efectivos, incluido el conductor y un mando. «Primero encontramos al hombre y luego a la mujer. Al principio pensamos que eran víctimas del humo, pero después vimos la sangre». Los bomberos se habían topado con lo que en realidad era un crimen machista, el asesinato de una mujer que conmocionó al barrio de Santa Rosa en junio del año pasado. «Nunca sabes lo que te vas a encontrar». Hablan Francisco Raya y Jesús Expósito, dos de los bomberos que intervinieron aquel día, miembros de la quinta sección del SEIS.

El Servicio de Extinción de Incendios y Salvamento (SEIS) del Ayuntamiento de Córdoba se organiza en cinco secciones. Cada una la componen un mínimo de diez bomberos, cuatro conductores y dos mandos. Las secciones se organizan para cubrir por turnos las 24 horas de los 365 días del año en los dos parques de la ciudad: el central y el del Granadal.

Los incendios son solo una parte de su trabajo. También acuden a accidentes de tráfico, rescates o inundaciones, como las del pasado 11 de agosto. Aquella tarde la centralita recibió más de trescientas llamadas y se realizaron un centenar de salidas por anegación de viviendas, locales, garajes y calles de Córdoba. «Estuvimos desde las cinco y media hasta pasadas las once y media en Miralbaida, paré para llamar a mi mujer y decirle que estaba bien y, tras un relevo, seguimos hasta las cinco y media de la mañana», recuerda Expósito.

Además, este verano, los bomberos salvaron a un fotógrafo italiano que cayó al Guadalquivir, rescataron a dos chicas atrapadas en el Guadiato y extinguieron el incendio declarado en un bloque de pisos de la avenida Gran Capitán, donde pusieron a salvo al menos a quince personas. Eso, por no hablar de los incendios de pastos o los fuegos en contenedores que se suceden casi a diario.

Para ser un servicio esencial, que tiene en sus manos la seguridad de los ciudadanos, los sindicatos del SEIS llevan años denunciando las limitaciones de una plantilla muy ajustada, cuando no insuficiente, falta de material y de formación. Las carencias se suplen con sobreesfuerzo, experiencia y, sobre todo, vocación.

Como en cada turno, los bomberos de la quinta sección han entrado a las ocho menos cuarto de la mañana y saldrán a las ocho y cuarto del día siguiente. Mientras no haya emergencias, dedican su tiempo al mantenimiento del material y a una formación que depende de sí mismos. «Hace ya más de tres años que no se imparten cursos de formación», explica el bombero Antonio García. «Antes teníamos la opción de hacerlos fuera -añade-, pero eso también se cortó. Nos dijeron que por falta de personal administrativo no se podían gestionar ese tipo de peticiones. Este año, se supone que tenemos un curso de rescate acuático». Eso sí, un compañero matiza que ese curso llega tras haber sido ordenado por un juez, tras una denuncia sindical que evidenciaba la falta de formación. «No es lógico que un servicio como el nuestro tenga una carencia de formación y de materiales tan grande», insisten los bomberos.

Para los rescates acuáticos, los miembros del SEIS disponen de trajes de neopreno, aletas, escarpines, tubos floppy, fundas para el poc (transmisor de radio), chalecos con safaje rápido, cascos, barca de salvamento, tirolinas, arneses, triángulos de rescate... Puede que la lista impresione a quien no esté familiarizado con las actividades acuáticas, pero en realidad es lo básico para un equipo de rescate.

Demandan más formación

José María Molina, bombero con 27 años de servicio a sus espaldas, pasó hace un par de años al puesto de conductor, y lo hizo sin ningún tipo de curso. El parque móvil del SEIS cuenta con bombas urbanas ligeras, las bul; autoescalas automáticas y bombas forestales pesadas, entre otros vehículos, algunos son auténticos monstruos por su tonelaje y capacidad de carga. Solo las bul pueden con más de mil quinientos litros de agua. «Los compañeros me han ido enseñando las bombas -señala Molina-, he cogido el tacto al volante haciendo recorridos, igual que el contacto con la ciudad o las dimensiones a la hora de meter el camión en según qué calles». Porque no es lo mismo llevar un furgón que una autoescala o una cisterna pesada con 3.000 litros de carga; porque unos camiones son automáticos y otros de marchas; porque hay que conocer su mecánica, sus componentes y las herramientas, o porque conducir por carretera no es lo mismo que hacerlo por un camino rural. «A veces ni siquiera ves el suelo, y si a eso le sumas las temperaturas o el humo, vas al volante casi a ciegas».

Un nuevo jefe al mando del SEIS

Los retos que tiene por delante el nuevo jefe del SEIS parecen claros. Daniel Muñoz ha tomado las riendas del servicio de bomberos este agosto. Un cargo de libre designación al que llega tras superar un proceso de selección al que se presentaron otros dos candidatos. En su currículum destaca su formación como arquitecto -estudió la carrera en Sevilla- y su experiencia como jefe del Consorcio Provincial de Bomberos en Huesca, de donde procede. Cordobés, de 39 años de edad, Muñoz regresa a su ciudad natal, un aliciente más en esta nueva tarea.

En el horizonte, las cosas no pintan mal. Pronto se incorporarán 21 nuevos bomberos cuyas plazas sacó a oposición el Ayuntamiento, y en septiembre se celebrará el primero de los cursos de formación programado en años.

Muñoz pone el ejemplo de los accidentes de tráfico para subrayar que «la formación es primordial, porque todo avanza muy rápido». Por eso, «en un rescate con heridos hay que conocer bien las nuevas aplicaciones tecnológicas o los riesgos que conllevan los sistemas de los coches eléctricos o de vehículos híbridos», explica.

Hay muchas miradas puestas en el nuevo jefe. Desde hace años, los bomberos se sienten olvidados por el Ayuntamiento. «Somos visibles para los ciudadanos pero invisibles para la Administración», lamenta uno de los sargentos de la quinta sección, Óscar Cáliz. Sin embargo, el sargento no tiene dudas, Córdoba «está en buenas manos» con los bomberos del SEIS. Y cada día tienen la oportunidad de demostrarlo.

Con mascarillas contra el covid hasta en el agua

La mascarilla contra el coronavirus ya forma parte tan importante del equipo de cada bombero como el casco o los trajes ignífugos, los guantes, las botas o los equipos de respiración autónoma. Un solo contagio podría derivar en una cadena de bajas y cuarentenas, difícil de asumir en cualquier plantilla, más en una tan ajustada como la del SEIS de Córdoba. «Cuando salimos a una intervención, cada uno llevamos tanto mascarillas higiénicas como las de tipo FFP2, que son las que tienen un filtro para evitar no solo que tú puedas contagiar, sino que te contagie alguien sin mascarilla», explica el sargento Cáliz. Pero es más, cada bombero lleva también mascarillas para las personas a las que ayudan o rescatan. «Hay veces en las que entras en una casa porque se ha caído una persona mayor que vive sola -añade el sargento-, y al atenderla, entre otras cosas, le colocas la mascarilla, porque no sabes si puede tener el virus». Este es un ejemplo, pero hay situaciones muy variadas. Tanto que en algunas actuaciones puede parecer de un celo excesivo no desprenderse de la mascarilla. Aunque a estas alturas es posible que no sorprenda a nadie, el caso es que los dos bomberos que se lanzaron al río Guadiato la noche del pasado 19 de agosto para rescatar a dos jóvenes atrapadas por la crecida, no se quitaron las mascarillas. Montaron la tirolina y cruzaron la corriente protegidos contra el covid con el tapabocas. Quizá nadie les hubiese reprochado nada si, en esas circunstancias, se hubiesen quitado las mascarillas, pero no fue así. Las jóvenes, tras ser puestas a salvo, fueron provistas de mascarillas por los bomberos.