Lidia es madre de dos hijos, de 9 y 6 años. Cuando tuvo que escolarizar al mayor solicitó plaza en un centro concertado de su zona, el colegio Séneca de Córdoba, creado por una sociedad cooperativa de profesionales de la enseñanza a principios de los años 80. Como ocurre otras muchas veces, el niño se quedó fuera por falta de plazas, así que el pequeño se matriculó en el colegio público que le correspondía por zona, el Averroes. Tanto ella como su marido preferían el otro centro educativo, ubicado muy cerca de su casa, así que siguieron intentándolo, año tras año, pero no hubo suerte.

Cuando llegó la hora de escolarizar a la menor probaron de nuevo a pedir la plaza en el Séneca, esta vez para ambos. La pequeña logró hacerse con ella, pero el hermano mayor volvió a quedarse fuera. Desde entonces han solicitado la reagrupación de los dos hermanos en el centro educativo que ellos quieren, pero hasta la fecha no ha podido ser.

Eva tiene una situación similar, aunque en su caso se multiplican las dificultades. También es madre, pero de tres hijos, dos mellizos, de 12 años y otro chaval de 9 años. Los dos primeros también van al Séneca, situado junto a su domicilio, y el pequeño, al colegio público Juan de Mena, al otro lado de la Avenida Carlos III. También se quedó sin plaza cuando intentó matricularle con sus hermanos.

Separada y con la custodia de los tres menores, dice que le resulta muy difícil conciliar su vida laboral y familiar. Los horarios de los tres hijos coinciden, así que los mayores tienen que ir solos a su cole mientras ella acompaña al más pequeño, ya que tiene que cruzar la gran avenida para llegar a su cole.

Eva lleva cuatro años pidiendo la reagrupación escolar de sus hijos, pero por el momento no tiene noticias de que eso vaya a ocurrir.

Por su parte Lidia recuerda que a principios de años el gobierno de la Junta de Andalucía sacó adelante el Decreto 21/2020, de 17 de febrero, que modificaba algunos de los criterios y procedimientos de admisión del alumnado en los centros docentes públicos y privados concertados de educación infantil y primaria, entre otros. Entre las «modificaciones de mayor relevancia» recogidas en la norma el texto hace referencia, precisamente, a la «a la adopción de medidas que permitan la reagrupación familiar de hermanos y hermanas en los centros docentes».

En este sentido, Lidia señala que aunque el decreto entró en vigor hace unos meses y a pesar de que lo han intentado en reiteradas ocasiones, «aún no nos han llamado» para comunicarles si es posible o no que ambos hermanos puedan estudiar en el centro educativo que quieren para sus hijos.

Y a ello se suma la incertidumbre que genera la apertura de los colegios por la situación creada por el coronavirus. Por eso Lidia se pregunta qué ocurrirá si uno de sus hijos o alguien cercano se contagia a lo largo del curso, «porque los dos hermanos conviven y habría que informar al otro colegio» de la situación -subraya- «y tendrían que poner a dos centros en cuarentena».

Para esta madre la situación «no es justa» y para Eva tampoco. Lidia dice «que necesita algo que nos facilite un poco la vida» , sobre todo cuando todo el mundo está pendiente de la vuelta al cole, porque en caso de que vuelvan las clases presenciales «si un niño tiene que ir un día y el otro, otro día, no me lo quiero ni imaginar».

«Es una angustia --señala-- y muy triste», porque además «los niños me piden ir juntos al colegio». «El sistema te lo pone muy difícil y no debería ser así», aunque «en teoría la nueva normativa, si la quieren aplicar, ya soluciona» la reagrupación escolar.

Mientras Eva lamenta que sus hijos «sean extraños a la hora de la educación con sus hermanos». Los mayores cuentan con un método de enseñanza distinto al del hermano menor, así que en vez de «ayudarse entre ellos» cada uno sigue su ritmo propio.

«La verdad es que esto es un agobio», especialmente cuando el hijo pequeño le pide una y otra vez poder ir al colegio de los mellizos, donde también están los primos, «y me protesta».

Y mientras madre e hijo, si no hay novedad, tendrán que seguir cruzando cada día Carlos III, la delgada línea roja que separa un colegio del otro. H