La pandemia del coronavirus, ya lo sabemos, nos ha cambiado la vida, nos ha cambiado, sobre todo, nuestra forma de relacionarnos. Hemos tenido que aprender a adaptarnos a la nueva situación, a percibir los espacios con otros ojos, a modificar hábitos de vida. Y también de ocio.

Las circunstancias mandan y el cierre de discotecas y bares de copas también ha variado las costumbres de quienes tienen entre 20 y 35 años y salen a divertirse el fin de semana.

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En tres lugares distintos de la ciudad, tres grupos de jóvenes se reúnen para compartir un rato, para charlar entre amigos. Más allá de la edad, poco o nada tienen en común y sin embargo comparten visiones parecidas de la situación que estamos viviendo y del futuro que está por venir.

«Incertidumbre» es la palabra que más repiten y, junto a ella, «resignación».

Esther, Ana y Laura rondan los 26 años. Sentadas sobre una enorme sábana y bien pertrechadas de comida para pasar la noche al fresquito, charlan sobre lo divino y humano junto al mirador del parque de La Asomadilla.

Alrededor juguetean los niños de una de ellas, aunque de vez en cuando regresan a dar un mordisco a su hamburguesa.

Ana opina que con esta situación «parece que se nos está parando la vida» porque ahora «es momento de disfrutar». Pero «cuando todo está cerrado, ¿dónde vas, qué haces?», se pregunta.

Dice que se aburre de la rutina de ir de una casa a otra, así que de vez en cuando vienen a parques como éste para romper esa rutina.

En cualquier caso confiesan que desde que las discotecas y bares de copas abrieron tras el estado de alarma «solo fuimos un día, por un cumpleaños». Y es que, aunque les gusta salir por la noche «el miedo está ahí porque como no se sabe nada y esto es una incertidumbre, ¿qué haces?».

Nos quedan «los parques, el césped, el Arenal», señalan, «bueno, y mi parcela», dice Laura.

Ahora viven más por el día, pero claro, «en Córdoba hace mucho calor» para pisar la calle antes de las 9 de la noche». Creen que esto va para largo «y que vamos a tener puesta la mascarilla todo el invierno», porque «desde luego, cuando llegue la vacuna, yo no me la pongo». «No me da mucha confianza», explica Esther, con tanta prisa «parecemos ratas de laboratorio».

Y allí se quedan, charlando, mientras los pequeños, a su ritmo, hacen volteretas por el césped.

En la plaza del Zoco, en una de las terrazas, un grupo de amigos comparten varias pizzas de gran tamaño. Son siete y su media de edad de 30 años.

Se confiesan poco fiesteros, ellos son más de quedar para comer. Disfrutan con ello y esos suelen ser sus planes. ¿Su rutina?, pues ir de casa en casa, quedadas tranquilas de fin de semana y de vez en cuando, si cuadra, alguna escapada.

Dos de ellos tuvieron que suspender recientemente un viaje a Torremolinos, la situación no acompañaba y el cierre de los locales de ocio nocturno fue la puntilla. ¿Opción? Pues una casa rural en una de las aldeas de Fuente Obejuna. Las casas rurales en sitios cercanos nunca fallan.

De todas formas también confiesan que aunque de vez en cuando echan de menos salir por la noche como se hacía antes de que el coronavirus llegara a nuestras vidas. Pero «tampoco irían si abrieran ahora, por responsabilidad personal. Y además las veces que hemos ido, no se disfruta».

Al otro lado de Córdoba, en la Plaza del Moreal, quedan temprano, a eso de las 21.30 horas, José, Andrea, Juanmi y Yolanda.

Hoy se acercan al parque de Miraflores, junto al avión, un lugar agradable en el que corre el aire, se puede charlar sin agobios sobre la hierba y la vista es espectacular.

Es un grupo dispar en cuanto a opiniones y edades, que oscilan entre los 18 y los 25 años. Mientras unos creen que el cierre de los locales de ocio nocturno es adecuado porque «cuando la gente se emborracha no tiene cabeza», como se ha visto en los vídeos que han quemado las redes sociales durante semanas, explican, otro piensa que «es un golpe para la economía» y «que si los chavales quieren salir a emborracharse» e «ir sin mascarilla» lo van a hacer «en cualquier lado».

El paseo de hoy no es habitual. A ellos les gusta comprar una pizza y pasar la noche con videojuegos en casa. Y si no, acercarse a los billares del centro comercial, pero la noche acompaña y este escenario da pie a las confidencias y a la conversación sosegada. Y en tanto, de testigo, la silueta de la Mezquita inunda el horizonte en una noche de esas de luna mora.