Compartir piso se ha convertido en la solución más viable para los jóvenes que se independizan. La inestabilidad y la precariedad laboral, la búsqueda de nuevas perspectivas, el ahorro y los desplazamientos para trabajar y estudiar son los principales motivos de Rosario Morrugares, Patricia De Las Sias, Tania Mendoza y Marta Arujo para convivir con otros, según han explicado ellas mismas.

Esta es una realidad cada vez más frecuente en nuestro país, como ha registrado el portal Idealista en su reciente Informe de Pisos Compartidos, en el que detalla la situación durante agosto, elevándose la oferta de pisos compartidos un 32,3% con respecto al año pasado en el mismo mes. Asimismo, el portal ha perfilado a los jóvenes que comparten piso y refleja que actualmente viven en el centro, no fuman ni permiten que se fume en la vivienda y no tienen ni admiten mascota. En la mayoría de los pisos compartidos conviven hombres y mujeres (70%), mientras que el 25% solo tiene habitantes femeninas y el 5%, solo compañeros masculinos. En Córdoba, la edad media de los habitantes de un piso compartido es de 27 años, una de las más bajas en toda España junto con Salamanca y Ciudad Real, y el precio medio de la habitación es de 241 euros, un 6,2% mayor que en la misma fecha del año anterior.

En el caso de Morrugares, comparte piso desde hace tres años con cinco chicas y chicos de entre 20 y 27 años, entre los que se encuentran trabajadores y estudiantes; De Las Sias, por su parte, comparte piso con jóvenes de entre 23 y 29 años; en el piso de Arujo, tienen entre 23 y 25 años, y en el de Mendoza, entre 23 y 25 años. Cada vivienda tiene sus propias normas y condiciones. Algunas con contratos individuales, otras con contratos colectivos, en algunas se permiten mascotas y fumar y en otras, no. Cada propietario impone su criterio sobre sus inquilinos y los inquilinos establecen, también, sus propias normas para favorecer la convivencia.

Si hay algo en lo que coinciden las inquilinas es en la compleja situación económica y laboral que atraviesa la ciudad y que afecta directamente a su día a día. Cabe recordar que Córdoba cerró el pasado mes de julio con 84.791 parados, de los cuales un 10% de los desempleados cordobeses tenían menos de 25 años de edad. Teniendo en cuenta que es una etapa vital que fluctúa entre los estudios superiores y el mercado laboral, son datos que preocupan a estas jóvenes. «Estamos completamente obligadas a compartir piso. Está bien compartir piso durante una época de tu vida, cuando estás en un momento de autodescubrimiento, o estudias fuera de casa... Cuando estás trabajando, normalmente, lo que te apetece es llegar de trabajar y estar sola. Pero es lo único que podemos hacer, los precios son desorbitados para los trabajos que hay en Córdoba », explica De Las Sias. Asimismo, Mendoza explica que «A veces es frustrante no tener un sitio para ti, donde sepas que vas a estar un tiempo largo. Pero también estoy acostumbrada a moverme dependiendo del trabajo y las situaciones». Morrugares añade que «la situación es difícil. El trabajo no abunda y las condiciones laborales no son las mejores. Ahora, con la pandemia está todo un poco distinto. Ha sido imposible vivir cerca del centro. Es difícil independizarte. No entiendo por qué Córdoba es tan caro. Creo que todos mis amigos comparten piso». Ante esta indefensión, estas jóvenes también remarcan la imposibilidad de encontrar un trabajo estable y lo difícil que es establecerse en Córdoba. «Si tienes un trabajo de unos meses o a media jornada, o un contrato de prácticas, tienes que asegurarte tener unos ahorros para cuando te falte el trabajo, que no sabes cuándo vas a volver a encontrarlo. Esto te obliga a gastar lo mínimo posible en el techo y en todo en general. Son incompatibles los sueldos de los jóvenes y la inseguridad con el vivir solo», lamenta Morrugares. Tres de ellas abandonarán la ciudad en los próximos meses en busca de nuevas oportunidades con un objetivo claro: poder trabajar en lo que sueñan y poder tener su propio hogar.

La pandemia de coronavirus tampoco ha favorecido a estas jóvenes pues, si bien es cierto que algunos propietarios cordobeses ayudaron a sus inquilinos durante los meses de crisis, no fue el caso de ninguna de estas cuatro jóvenes, quienes tuvieron que abonar íntegramente sus mensualidades, aunque con ciertas flexibilidades. Mendoza, por ejemplo, tuvo que abandonar su domicilio en plena cuarentena por la imposibilidad de enfrentar la crisis.

A pesar de la dura situación de estas jóvenes, coinciden en los numerosos aprendizajes que deja el convivir compartiendo piso y lo bien que hace la compañía de los demás. «Lo mejor es compartir, el tener siempre ahí a alguien, poder tomarte una cerveza con tus compañero», cuenta Arujo. «Cuando te vas sola, tienes un poco de miedo pero, normalmente, tus compañeros de piso se terminan convirtiendo en tus amigos y, a pesar de los problemas que puedan surgir durante la convivencia, eso siempre está ahí».