Mario Roldán, propietario de la Sombrería Rusi de la calle Ambrosio de Morales es uno de los muchos empresarios que aún «aguanta el tirón», a pesar de que las ventas, como él mismo señala, «están completamente desplomadas» y a veces la caída se sitúa entre el 60% o el 70%.

En diciembre ocupó un nuevo local, ubicado justo al lado del que abrió su antepasado José Rusi en 1903 y en el que lleva trabajando su familia desde hace varias generaciones.

Tres meses después de levantar la persiana de este local llegó el confinamiento. Curiosamente este nuevo establecimiento es el que mantiene abierto al público ya que su espacio diáfano y más moderno facilita a los clientes el mantener las medidas de seguridad. Seguirá así los próximos meses porque tiene «un grado de optimismo, aunque ínfimo, de que para octubre, con el cambio de temporada» pueda tener operativas las dos tiendas. «Por el momento no me planteo cerrar el negocio» -señala- «hay que aguantar»: tanto su hijo como él trabajan en el negocio familiar.

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Reconoce que el taller de sombreros está cerrado y parado porque al suspenderse las ferias los clientes han pospuesto los encargos hasta el año próximo.

Pone de manifiesto que es necesario llevar a la práctica medidas como alargar las ayudas al alquiler para que tanto los propietarios de locales como los arrendadores puedan beneficiarse de que los negocios sigan funcionando.

Destaca que es «una pena ver locales vacíos» y como «hay más carteles de ‘cerrado’ y ‘se traspasa’ que de rebajas».

Junto a ello se pregunta «hasta dónde puede llegar la solución de los ERTE a largo plazo» y las consecuencias que ello puede tener.

Además cree que es necesario mantener una reducción de cotizaciones y recuperar prestaciones por cese extraordinario «como mínimo, como mínimo, hasta diciembre».

Por otro lado Mario hace hincapié en que a los autónomos las devoluciones de las declaraciones de la Renta llegan muy tarde. «Me siento afortunado si me la devuelven a finales de noviembre» -resalta-y si es así «ese año tiro la casa por la ventana», porque «siempre nos las retienen hasta final de año». «Y ese es un dinero que también nos hace falta y que es nuestro».

No se muestra optimista para el futuro inmediato, no solo el suyo, también el de los sectores relacionados con su negocio, como la venta en las fábricas textiles que no han podido vender durante el confinamiento y el estado de alarma.

«Ahora vendrá otro problema, porque a ver qué hacen con el personal si no hay pedidos de tiendas». «Esto es la pescadilla que se muerde la cola -insiste- porque si tienes la mercancía de este invierno prácticamente entera, el año que viene las compras serán muy poquitas», tan solo «alguna novedad que sea jugosa para el escaparate». Y suspira.