Fumar ya era una práctica de riesgo, pero desde ayer lo es un poco más. Hacerlo en la vía pública, sin respetar una distancia mínima de 2 metros, puede acarrear sanciones similares a las de no llevar mascarilla, es decir, multas de hasta 100 euros. La medida ha sido acogida con resignación por los fumadores cordobeses e incluso algunos de ellos la ven como una posibilidad de fumar un poco menos y hasta de quitarse. El conflicto, de momento, no ha estallado, pero el debate está servido porque hay quien amenaza con llevar siempre encima una cinta métrica para medir lo que haga falta.

«A mi ya no me queda nada más que mi casa para fumar. Bueno, el patio de mi casa, porque mi mujer tampoco me deja fumar dentro», comentaba José María, un abuelo que estaba sentado ayer en un banco a las puertas del Ayuntamiento de la ciudad. «¿Desde cuándo es usted fumador?», pregunto. «Uf! desde que salí de la mili», responde cabizbajo con una mascarilla a la altura de la garganta.

La limitación del tabaco en Andalucía es aplicable también para el uso de cualquier otro dispositivo de inhalación de tabaco, desde pipas de agua o cachimbas --que tan de moda estaban hasta julio, ¡qué tiempos aquellos!, en los bares de copas,-- hasta cigarrillos electrónicos o vapeo. «Les ha quedado prohibir los cigarros de chicle, si es que quedan», le dice un fumador a su compañero en un bar de la capital cordobesa, que ha colocado carteles para recordar a sus clientes la nueva normativa.

Ayer todavía incluso algunos policías locales tenían dudas sobre si había entrado o no en vigor la restricción. Sí, está vigente desde las doce de la noche del domingo. «Las multas serán las mismas que por no llevar mascarilla, pero nosotros solo proponemos la sanción, es la Subdelegación del Gobierno quien la termina poniendo», comenta uno de los agentes.

Ayer, en el Gran Bar de las Tendillas, Paqui y Rafi estaban, como cada mañana, tomándose su desayuno. Son fumadoras pero ninguna se echó el pitillo después del café, aunque en este bar se puede fumar porque han separado los veladores a dos metros de distancia. «No podemos fumar porque no somos familia, tenemos que ponernos la mascarilla», dicen. «No estamos cabreadas, es por nuestro bien, aunque mi cigarro con el café era sagrado y yo en mi casa fumo como un carretero», reconoce Rafi, mientras que su compañera sopesa aprovechar el veto para reducir más su consumo de cigarros.

La dificultad de consumir sin fumar es tanto más difícil cuanto más avanzan las agujas del reloj. «A ver quién es el guapo que se toma una cerveza sin fumarse un cigarro. Yo misma, esta mañana, he preferido desayunar en mi casa para poder fumar. Esto le terminará afectando hasta a los bares», reflexiona Carmen, otra fumadora cordobesa.

Para Domingo, encargado del estanco de la calle Nueva, la película es muy simple: «No creo que esta medida afecte al consumo de tabaco, porque esto es como las drogas, que cuanto más las prohibes, peor. Yo desde luego no me quitaría de fumar porque alguien me lo prohibiera, si no porque lo decidiera yo mismo», apunta. «Lo que sí puede pasar --añade reflexionando en voz alta-- es que aumente el tabaco de contrabando. Una pena porque un estanco genera empleo y muchos ingresos para el Estado y como sigan apretando terminares teniendo que cerrar», lamenta.

Igual de afectados por la medida que implantó de manera preventiva la comunidad gallega están los hosteleros, que tendrán no solo que disponer sus mesas de modo que exista esa distancia mínima entre ellas, sino que tendrán que llamar la atención de quienes se sienten en ellas e incumplan la norma. Los hosteleros, en general, están que trinan y consideran una «auténtica tomadura de pelo» la decisión adoptada, «sin evidencias científicas», por el Gobierno y las autonomías de impedir fumar en las terrazas de bares y restaurantes y cerrar las discotecas, un sector. El presidente de la patronal andaluza de hostelería (Horeca), Fran de la Torre, se reunió ayer en Sevilla con el vicepresidente andaluz, Juan Marín, para hablar de Turismo, y espera ser recibido en breve por el consejero de la Presidencia, Elías Bendodo.