Cooperación, acompañamiento y trabajo son los ingredientes de la receta que Acisgru, la Asociación Cordobesa para la Inserción Social de Gitanas Rumanas, mezcla desde hace 3 años en el proyecto de huerto que desarrolla en el Cordel de Écija. Es el ejemplo de su propósito: potenciar la actividad agraria en los asentamientos chabolistas de Córdoba.

En boca de la propia secretaria de la organización, Cati Rojas, la finalidad del proyecto no es de naturaleza mercantil, sino «la creación de una actividad colectiva, que favorezca la cooperación entre familias, producción de hortalizas para el autoconsumo, dejando la puerta abierta para que el sobrante se pueda vender y, si es posible, hacer conservas». Además, Rojas destaca «el esfuerzo, constancia y tesón» del artífice y promotor, Benjamín Cortés. «La idea fue de él, hay que subrayarlo», añade.

Esta iniciativa marcada por un gran carácter humano ha buscado, busca y buscará salida a individuos sin oportunidades, proporcionar las herramientas imprescindibles para que estos núcleos marginados de la sociedad civil puedan descubrir sus facultades y experimenten sus potencialidades, hecho necesario para aumentar su autoestima y, descubrir que la exclusión no es sinónimo de falta de capacidad, sino de carecer de vínculos sociales.

Los participantes, según Rojas, son ciudadanos de «exclusión estructural extrema, una parte de las comunidades romaníes de Córdoba, personas que viven de los desechos que produce la sociedad de consumo, de las chatarras, de lo que nosotros no queremos».

La siembra incluye variedad hortofrutícula donde el plato fuerte es el tomate que, en la mayoría de las ocasiones, se convierte en un excedente para las familias romaníes del asentamiento situado junto a la ribera el río, en las espaldas de la Avenida de Cádiz. Un excedente que hay vender con el impulso de Acisgru. Tomates ecológicos en cajas de madera a 12 y 14 euros, caracterizados por poseer una piel «translúcida, sutil, y ligera. Es un producto maravilloso», señala Rojas.

Una de las cinco familias del asentamiento es la de Tanza. Esta chica rumana de 45 años, madre de dos hijos mayores de edad y enferma de cáncer de mama, lleva en territorio español 13 años. Abandonó su país «para encontrar un futuro mejor. En Rumania no puedes encontrar trabajo, el gobierno siempre es corrupto». Tanza se levanta cada día a las 5.30 de la mañana para comenzar su jornada laboral. Toma un café y directa al huerto donde planta tomates, pimientos italianos y berenjenas entre otros. Dedica mañana y tarde a sus cultivos.

Para su familia, «el huerto significa muchísimo, nos da comida, son muchos años para vender un poquito de tomate y conseguir algo de dinero». Pero padecen continuamente la incertidumbre de su ubicación, si serán obligados a abandonar este espacio. Mientras, ocupan su mente en estos quehaceres agrícolas que, además de sustento familiar, pueden ocasionar alguna leve oportunidad para ser solventes.