De no ser por el coronavirus, hace días que habrían llegado a Córdoba, con sus ojos enormes y sus sonrisas diáfanas, energéticos unos, lánguidos otros, nerviosos y emocionados todos. Cada año, con la llegada del verano, la provincia se llena de miradas nuevas procedentes de otras latitudes gracias al compromiso de la Asociación Cordobesa de Amistad con los Niños y Niñas Saharauis y Anida, que recibe a menores bielorrusos.

El viaje desde los campamentos de refugiados se suspendió en abril, pero este año la entidad está organizando otro proyecto. «Como no vienen, los padres de acogida van a enviar paquetes a sus niños», explica la presidenta, Ana Isabel Ramos. Caravana por la Paz ya salió con alimentos no perecederos y material sanitario, mascarillas, termómetros, sábanas..., a lo que se sumará en breve un envío desde cada provincia andaluza con una mochila para cada niño. «En agosto, recibirán un paquete de unos 30 o 40 kilos con material escolar, ropa, juegos, aceite, miel y lo que cada familia quiera enviarles», explica Ramos, que asegura que este verano será muy triste tanto para los niños como para las familias acogedoras de Córdoba. «Hemos estado en contacto con ellos durante el confinamiento y también ahora con las redes sociales», comenta, «están agobiados por las temperaturas, que allí alcanzan los 60 grados, por el miedo al coronavirus aunque de momento no tienen casos, son muy maduros y nos preguntan cómo va todo por aquí y también les preocupa la falta de ayuda internacional, que con el cierre de fronteras les está llegando con cuentagotas». Aquejados por graves carencias alimentarias, a la asociación le preocupa el retroceso que puedan sufrir este año. «Hace tiempo que los niños vienen sin anemia, pero no sabemos el efecto que tendrá esto en su salud», comenta Ana Isabel. Comprometida con la causa desde hace años, comenta que en su pueblo, Palma del Río, no se concibe un verano sin ellos correteando por sus calles. «Estas vacaciones son una válvula de escape para los niños y sus familias, que además nos permite visibilizar la injusta situación del pueblo saharahui y hacerles sentir que no están solos», señala la presidenta, que también subraya la alegría que reciben de ellos cada verano. «Hacemos muchas actividades juntos y la verdad es que ahora nos sabe mal organizar algo porque ellos no lo van a disfrutar», lamenta.

En Anida, están esperando al último momento para decidir. «Hay familias que los quieren traer en agosto, así que vamos a ver lo que anuncia el Gobierno sobre las fronteras esta semana», explica Mariano Pérez de la Concha, presidente de la asociación, «no hemos perdido aún la esperanza». Según la información que manejan, la tasa de contagio en Bielorrusia es de 42 enfermos por cada 100.000 habitantes frente a los 12 de España. El presidente Lukashenko, que ha optado por hacer como que el virus no existe, declaró que «el covid-19 se cura con vodka y saunas» y ha primado la economía al confinamiento. Hasta el momento, el país declara 454 víctimas mortales y más de 64.000 contagios. «Nosotros podemos entrar allí porque Bielorrusia no ha cerrado sus fronteras, pero ellos no pueden venir», explica, «si conseguimos que vengan les daremos una alegría inesperada». 24 horas antes de partir, «se les harían test PCR que ya tenemos preparados».

Los niños que viajan en verano vienen de la zona afectada por la catástrofe nuclear. «Les hacemos una analítica todos los años en el aeropuerto y otra al volver», comenta Pérez de la Concha, «cada vez que nos visitan se reduce un 50% el isótopo radiactivo cesio 137, por lo que es importante para su salud venir aquí y estar ese tiempo al sol y con dieta mediterránea». Si les dejan, vendrán 18 menores a Córdoba y 14 a la provincia. Si no, Anida ya tiene un plan b que consistirá en cambiar las vacaciones de verano por una estancia en Navidad, «del 8 de diciembre al 8 de enero».