«Hay mucha gente necesitada y no se conoce ni por los propios vecinos. Mucha gente no sabe que yo estaba pasando necesidad», lamenta Josefina Uceda, de 64 años de edad y vecina de las Margaritas.

Durante los últimos ocho años ha cuidado en primer lugar de su tío enfermo y, después, de su madre, que falleció el pasado mayo. En los últimos tiempos han vivido juntas y percibía una paga de 281 euros por atenderla, a la que se añadían los alrededor de 370 euros que recibía ella. Una vez que ha fallecido, explica que no tiene ingresos. «No tengo trabajo y estoy hecha polvo de la espalda, tengo osteoporosis y artrosis», comenta sobre su estado de salud, rememorando que «el psiquiatra me diagnosticó agotamiento psíquico y mi cuerpo no respondía». La pérdida de su madre, además, ha sido tan reciente que apunta que «todavía la siento por la noche. Los dos últimos años han sido fatales para ella y para mí», subraya, recordando que sufría demencia senil.

Acerca de su situación económica, Josefina detalla que «no sé lo que es llegar a fin de mes, ni casada (ahora está divorciada) ni con mi madre», ya que «he trabajado siempre, pero he tenido la mala suerte de no tener una carrera para poder acceder a un empleo en condiciones». Fue teleoperadora y codificadora en el Instituto de Estudios Sociales Avanzados del CSIC, ha cuidado niños y «he hecho todo lo que me ha salido, pero nunca he tenido un sueldo suficiente», resume.

Sin embargo, también plantea una visión positiva de su vida, porque «mis hijos (tiene dos, ya independizados) son hermosos y buena gente, y tengo tres nietos preciosos». Además de trabajar y atender a su familia, Josefina ha participado en movimientos de lucha contra la violencia de género. Ahora ha solicitado el ingreso mínimo vital para salir adelante y afirma que está «contenta» de que se haya aprobado «porque sé que tengo derecho» a percibirlo.