Francisco Javier Palacios es uno de los muchos cordobeses que han visto cómo sus expectativas laborales se esfumaban con la llegada de la pandemia de coronavirus. Ha sido feriante durante los últimos tres años, pero a raíz de la crisis sanitaria se han suspendido estos eventos y ahora se encuentra desempleado y percibiendo una ayuda, la Renta Activa de Inserción, de 426 euros que se le acaba este verano. Su esposa cobra unos 400 euros por limpiar en casas y tienen dos hijos, de 18 y 24 años de edad, que están estudiando.

«Mi mujer cobra el día 1 y el 7 ya no hay, y yo cobro el día 10 y el 20 ya no hay», detalla, precisando que con estos ingresos pagan el alquiler, la luz, el agua, la comunidad, la ropa y la comida.

Sobre su situación laboral, explica que «tengo todos los carnes, de camión, de autocar...» pero carece del CAP (Certificado de Aptitud Profesional) para poder trabajar y el curso cuesta 1.500 euros que no se puede permitir abonar. En su búsqueda de empleo, ha entregado currículos, está registrado en webs y ha acudido a otros recursos para encontrar una oportunidad. Francisco Javier lamenta que «ahora mismo no hay nada. Yo lo que quiero es trabajar, no depender de una paguita. Con 51 años parece que no tienes derecho a la vida, todo es por la edad. Cogen a chavales, les pagan menos y eso es lo que hay», destaca.

En este sentido, afirma que han solicitado el ingreso mínimo vital porque para su familia «es imprescindible», ya que próximamente solo contarán con los ingresos de su esposa. Así, acerca de la situación que viven en casa añade que la falta de trabajo afecta, porque ahora están esperando «a ver lo que nos va a venir», mientras que «no es lo mismo tener un empleo estable y saber que tienes unos ingresos». Durante el estado de alarma, Francisco Javier ha colaborado con Cruz Roja llevando alimentos a inmigrantes en asentamientos chabolistas.