La barriada del Parque Figueroa se ha volcado con el reparto de alimentos que cada 21 días organiza la parroquia Nuestra Señora de la Asunción. Este jueves ha sido uno de esos días. Pero todo comenzó en abril, al comprobar el sacerdote de la iglesia, el padre Ángel, la situación que vivía cada día con tanta gente en el paro y sin recursos, tras alargarse el confinamiento por la covid-19. Poco a poco ha ido movilizando a sus feligreses y a la gente del barrio y el resultado final habla por sí mismo.

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Este jueves han acudieron a la Plaza de la Marina más de 130 familias a llevarse su lote de alimentos, vecinos de un barrio obrero en el que "todo el mundo se conoce", dice uno de los portavoces de la parroquia. El ambiente era de pura hermandad. Los voluntarios atendían con cariño a los que acudían para que se sintieran apreciados y queridos, esas mismas personas a las que saludaban hace tres meses en la frutería "cuando tenían dinero para ir a comprar".

Ángel Roldán es el sacerdote que coordina un trabajo que comienza ya al día siguiente de acabar el reparto anterior. El barrio está concienciado de la situación y colabora. En las fruterías, farmacias o panaderías dejan los vecinos aportaciones anónimas en especie para que luego la recojan los responsables de la parroquia. Al cura Ángel no para mientras de llegarle gente que le dan también múltiples ayudas en comida o sobres de dinero, todos de forma anónima en esta zona de la ciudad en la que casi nadie va sobrado de recursos económicos. "Tenemos que ayudar los que podemos. Nunca se sabe lo que puede deparar el futuro y a lo mejor algún día es a mí al que tienen que ayudar", confiesa un vecino.

"Hay gente que ha llegado a darnos el dinero que para ellos supone el 30 por ciento de su pensión pero lo hacen", asegura Nacho, uno de los colaboradores del cura Ángel. Más de 20.000 euros en comida y otros bienes de primera necesidad entregaron en esta parroquia ayer, aportado en un 90% por gente del Figueroa, cada uno con lo que pudo.

La solidaridad crece a medida que sube también el número de familias que la necesitan, pues con cada reparto aparece más gente que pide. "Es normal", dice el cura Ángel, que recalca que "si tenías 1.000 euros ahorrados, aguantas un mes pero al final te quedas sin dinero".

Los organizadores del reparto de alimentos han diseñado un sistema cuyo objetivo es evitar las colas y que las personas necesitadas tengan que pasar el menor tiempo posible allí. Dignificar a los que no tienen nada es la obsesión. Cada persona que recoge alimentos tiene una hora de llegada y una puerta de la iglesia a la que acudir. También se preocupan de que todos coman pan del día. Al venir a recoger cada uno sus productos, se llevan una hoja con 21 días tickets para canjearlas por pan ese día y los siguientes 20 en una de las panaderías de la zona.

“En la situación actual hay que echar una mano. Es una oportunidad para darte cuenta de que hay mucha gente cerca que de verdad necesita ayuda. No hay que irse a África para verlo”, dice una de las voluntarias.

Testimonios

Libertad es una chica de 24 años que reconoce haber sufrido la lacra del maltrato. “Tengo una ayuda por ser víctima de maltrato pero eso solo me da para pagar el alquiler y la luz, pues vivo sola. El padre de la parroquia es muy solidario y nos ha ayudado siempre muchísimo”. “Soy camarera pero ahora, yo lo tengo difícil, pues sería un extra a una plantilla”, señala con resignación.

Rafi pertenece a una familia de cinco miembros “en la que trabajábamos tres. Sin embargo, ahora estamos todos en el paro. Mi marido es taxista y trabaja cada cuatro días y yo lo hago por horas, pero no todos los días lo tengo. Vengo porque me hace falta, o comemos o pagamos”.

Lis Avelín es una nicaragüense que llegó a Córdoba “para vivir mejor, pero me ha tocado pasar esta crisis aquí. Vivo con mi hermana y trabajábamos cuidando abuelitos pero ahora ya no. De todas formas, con la ayuda de Dios, saldremos adelante”.

María cuenta mientras que “mi marido y yo estamos en el paro y con dos niños chicos. Yo estaba en el paro antes de esto pero mi marido, que es pintor, sí se ha quedado ahora sin trabajo”.