El Realejo se convierte en el corazón del barrio de San Andrés cada mañana. La vida fluye con las panaderías, el supermercado, las farmacias, el quiosco de prensa y tabaco y la oficina bancaria como nuevos ejes de la vida cotidiana.

Un vecino pasea a su perro. / FRANCISCO GONZÁLEZ

Los autobuses y los vehículos de reparto surcan la calle diligentes hacia sus destinos mientras algún residente se sienta, ante un tímido sol, en su balcón para leer. Las colas en la calle, guardando las distancias, es el momento que los vecinos aprovechan para ponerse al día sobre sus vidas confinadas.

Vecinos de San Andrés guardan cola ante un cajero. / FRANCISCO GONZÁLEZ

El resto del barrio, al recorrer sus calles desiertas, trasmite tristeza y desolación mientras el agua de la fuente, en la soledad de la plaza, nos transporta a tiempos de reciente pasado con su continua letanía.

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El barrio de San Andrés de Córdoba afronta, tras más de un mes de confinamiento por la crisis sanitaria del coronavirus, su resistencia vital diaria con los ecos del desconfinamiento que se prevé en la boca de los vecinos que intercambian pareceres en esos escasos momentos en los que, yendo a la compra o sacando al perro, comparten sus vivencias.