Servando García tiene 73 años y lleva solo desde que se separó de su mujer hace 25 años. Aunque tiene dos hijos, no los ve desde entonces, por lo que está más que acostumbrado a la soledad. Para este hombre la vida no ha sido fácil. A la ausencia de su familia se une el cáncer de garganta que padece desde 1994, con el que ha tenido que batallar durante todo este tiempo.

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Servando tiene buenos recuerdos del club Los Califas, al que estuvo vinculado veintidós años, en el que se encargaba, entre otras tareas, de lavar las equipaciones de fútbol y al que considera como «una familia». «Me acogieron y me echaron una mano», señala. También le han ayudado «mucho» las carreras populares en cuya organización participa, que ahora echa de menos. «Nos levantábamos a las 6 de la mañana y nos íbamos en la furgoneta y yo me encargaba de colocar los conos en la carretera», explica, «después, el dinero de la recaudación iba destinado al pueblo saharaui».

Ahora, con el estado de alarma y el confinamiento por el coronavirus, su vida se complica un poco más al no poder desarrollar las actividades que solía realizar y al quedarse limitadas a cocinar y poco más. «Me gustaba andar», señala, y ahora no puede dar más de «50 pasos dentro del piso». «Siempre he estado solo, esa es mi vida, pero ahora lo paso peor porque pierdo los nervios muchas veces y acabo dando voces», confiesa sin poder evitar transmitir la impotencia que le provoca esta situación.