Rafael Martínez Ruiz (Jerez, 1914) celebró ayer su 106 aniversario con la disciplina de los buenos comunistas: «Yo me quedo en casa», contaba y recomendaba a los muchos amigos y camaradas que lo llamaron ayer para felicitarlo a su casa de la calle Poeta Antonio Gala, donde vive desde que regresó del exilio, con su querida Ana Claro. Escuchando a Rafael uno no sabe si habla con un asceta o con un comunista, pero sí con la certeza de hacerlo con un hombre bueno: «Arréglate con lo que tienes y mira alrededor por si hay alguien al que puedas ayudar. Mira el bien común y no seas egoísta», aconseja con humildad y 106 años de penas y alegría a su espalda.

Con una vida curtida en la dureza de una niñez sin escuela (le enseñó a leer su madre), en la que no recuerda haber jugado nunca «como niño» y en la que hasta durmió en alcantarillas, cuando trabajaba con su padre en la construcción de carreteras, Rafael se siente comunista «desde muy joven porque me explotaron toda mi vida», explica. Trabajó en los empleos más duros del campo (con cerdos y vacas, en la recogida del arroz y hasta en la tala de pinos) y emigró a Francia para buscarse la vida, primero, y para escapar de la dictadura después. La guerra le pilló en Mallorca y poco más tarde se casó en Santaella con su primera mujer, Catalina Clavellina, con la que tuvo 5 hijos. «El capital más grande de un ser humano es enseñar lo que sabe y vivir sin maltratar ni despreciar a nadie», comenta.

En uno de los viajes a Francia, Rafael perdió en un accidente de tráfico a su mujer y a cuatro de sus hijos. Un dramático episodio del que consiguió reponerse, pero que no ha olvidado ni un día de su existencia. Solo sobrevivieron él y Ana, la hija que años más tarde le dio una nieta, Dunia, y dos bisnietos. A Ana Claro, su segunda compañera, la conoció en una convalecencia hospitalaria, en la que lo cuidó sin separarse de él ni un minuto. Desde entonces, estuvieron juntos hasta la muerte de Ana el 23 de marzo del 2016. Con ella volvió a España, ya jubilado, y se instaló en la efervescente Córdoba de la transición, donde colaboró activamente con el PCE, un partido al que le ha dedicado su vida entera. Sus camaradas le han prometido que el año que viene celebrarán con él sus 107 años. Y eso es fijo, porque él nunca se rinde