Si hay algo vital en una crisis sanitaria como la que se vive en este momento es la limpieza y la higiene a nuestro alrededor, y en ello se afanan los trabajadores de Sadeco, que se han convertido en imprescindibles para contener el contagio del coronavirus. Y, aunque de otra manera, también resulta indispensable la tarea de otros profesionales, como los empleados de banca, que se mantienen en sus puestos esto días para dar salida a numerosas operaciones necesarias para el ciudadano, igual que entre los establecimientos a los que se le permite la apertura figuran los estancos, donde además de tabaco, también ofrecen al usuario otro tipo de productos como sellos de correros, prensa y revistas o tarjetas de bono bus. Todos estos trabajadores forman parte de la cadena necesaria para que los ciudadanos se sientan seguros de que nada les va a faltar durante el periodo de aislamiento, que parece que se puede alargar más allá de lo previsto.

María José Leal es peón de limpieza diaria de Sadeco y algunas veces hace funciones de conductora. Pese al riesgo que corre de contagiarse, se siente "valorada" por la función que lleva a cabo. “Nuestra labor es absolutamente necesaria porque la limpieza es fundamental siempre, pero en este caso aún más, por lo que somos un colectivo que no podemos faltar”, señala Leal, que se siente especialmente “orgullosa de poder poner mi granito de arena en esta ayuda tan necesaria para la sociedad”. Estos días, las normas han cambiado un poco: “Nos han dividido en grupos para que no nos aglomeremos a la salida, evitamos el máximo contacto entre los compañeros y se ha reforzado la desinfección de calles y papeleras”. El trabajo ha aumentado considerablemente porque "hay que acabar con esto como sea", dice.

María José Leal delante de un camión de Sadeco. FOTO: A.J. GONZÁLEZ

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En su trabajo diario, la empleada de Sadeco sí nota que hay muchas más personas en la calle de las que debería haber. “Hay gente que aún no se han concienciado del problema y de la necesidad de quedarse en casa”, explica Leal, que se enfada ante esto porque "no sirve de nada el esfuerzo que estamos haciendo algunos, incluso a riesgo de contagiarnos y traspasarlo a nuestras familias, si los demás no se tomen en serio las medidas a seguir”. Pese al miedo y a lo duro de la situación, Leal asegura que la empresa está poniendo todos los medios a su alcance para que su labor se desarrolle con toda seguridad, ofreciendo material para protegerse, incluso trajes especiales en determinados momentos. “Hoy he estado conduciendo y solo he necesitado mascarilla y guantes, pero ayer estuve desinfectado y me puse unas botas y un mono especiales, además de gafas protectoras”, concluye Leal.

En la oficina central de Cajasur, Noelia Delgado atiende a los pocos clientes que llegan a la sucursal, pero que necesitan este servicio para su vida cotidiana. Ella también pertenece a ese grupo de profesionales necesarios para no alterar en exceso la vida cotidiana de los ciudadanos, aunque “no todos son imprescindibles”, dice en cuanto a las personas, “en general mayores”, que aún no son conscientes de la importancia de “quedarse en casa”, aunque, reconoce, "cada vez entra menos gente".

Noelia Delgado, en su mesa de trabajo. FOTO: A.J. GONZÁLEZ

“Lo lógico es que acudan clientes con operaciones urgentes que no pueden realizar a través de canales alternativos" -on line, cajeros, o por teléfono-, y todo ello con la distancia apropiada entre personas y las medidas higiénicas pertinentes, como usar guantes y limpiar la mesa cada vez que atiende a un nuevo cliente.

Pese a la inquietud y preocupación ante esta situación que estamos viviendo, Delgado se siente "satisfecha" de poder ayudar y con “la responsabilidad de ofrecer un servicio de calidad y poder facilitar a la gente una vida lo más normal posible, dentro de lo que cabe”. En cuanto a la conciliación familiar, se siente afortunada porque de sus dos hijos se está ocupando estos días su marido, que es profesor.

Por otro lado, los fumadores pueden estar tranquilos porque el tabaco no les va a faltar, ya que no se cierran los estancos, que son concesionarios administrativos del Ministerio de Economía de Hacienda. “Damos un servicio al público, y además del tabaco, que tiene un 85% de impuestos, también ofrecemos recargas de tarjetas telefónicas, bono buses o sellos de correos”, dice Manuel Vicario, responsable del establecimiento de la calle Alonso el Sabio. “El país no se puede quedar paralizado”, continúa el estanquero, que añade que también aportan información, ya que la prensa forma parte de su oferta.

Vicario asegura que su gremio “se siente necesitado”, aunque tiene problemas “porque el público está muy nervioso por el posible contagio, igual que algunos compañeros, que no encuentran guantes, mascarillas o desinfectante para las manos”. Aún así, señala que “procuramos guardar las distancias, los clientes entran de uno en uno”, además de “adaptarnos a los horarios de nuestros usuarios”, lo que cada establecimiento hace según sus las necesidades de su clientela, que durante el fin de semana acudió en masa, mientras que esta semana “hay mucha menos afluencia”. Y como de todo lo malo se saca algo positivo, en este caso “lo bueno es que no hay contrabando de tabaco porque no se puede transportar”. No hay mal que por bien no venga.