En estos días de coronavirus nos encontramos con héroes menos visibles que el personal sanitario, -a quien todos reconocemos su gran labor y esfuerzo-, pero que también ejercen un servicio básico e imprescindible para ayudar a salir de esta crisis sanitaria, tanto física como mentalmente. Mantener supermercados, farmacias y quioscos abiertos aporta al ciudadano una gran tranquilidad y seguridad porque sienten que no les faltará alimento, medicinas e información.

Asegurar el suministro de bienes y servicios necesarios para la protección de la salud pública es la tarea de María Natera Kindelán, responsable de la farmacia El Realejo, que se siente orgullosa de ser "uno de los eslabones de la cadena necesaria de ayuda a la población en estos momentos”, y en ningún momento se plantea que pueda ser un inconveniente porque “esto no es un comercio, sino algo totalmente vocacional”. Después de los médicos, los farmacéuticos son los más consultados por la población y a ellos trasladan constantemente sus dudas. “Nos preguntan, sobre todo, por las medidas de higiene y qué va a pasar mañana, aunque nuestra obligación es informar de las pautas a seguir y mandar a casa a la mayoría, porque algunos aun no tienen conciencia de la importancia que tiene estar aislados”.

María Natera Kindelán, responsable de la farmacia El Realejo. FOTO: A.J. GONZÁLEZ

María Natera Kindelán, responsable de la farmacia El Realejo la avenida del Marrubial, a la que le “enfada” mucho la irresponsabilidad de la gente. “Es duro para todos tener que estar confinados en casa, pero la gente debería comprender que nosotros y nuestras familias estamos en riesgo de contagio”, asegura la empleada de Deza, que reivindica que “estamos haciendo un gran esfuerzo para no venirnos abajo porque a veces te dan ganas de llorar, sobre todo, cuando te das cuenta de que hay personas, pocas, eso sí, que entran al supermercado varias veces al día sin necesidad, y eso hace que pierdas la fe en la unidad que necesitamos para acabar con este gran problema”.

Y a la unidad también apela Natera, que subraya que “aunque parece que la gente se lo está tomado más en serio esta semana, aún se ve a personas que no deberían estar en la calle”. En cuanto a la demanda, en la farmacia estos días el paracetamol y el Nolotil son las estrellas de la caja, además de guantes, mascarillas y solución hidroalcohólica, producto del que no tiene suministro desde hace días. “Es una pena. Hay gente que necesita de verdad las mascarillas porque está mal, tiene que ir a consultas médicas y debe llevarla”, continúa la farmacéutica, que reconoce que aún no ha visto en su clientela la moral baja, pero, augura, “con el paso del tiempo se verá. El tiempo de encierro se dejará notar en el ánimo de las personas".

“Me siento satisfecha de poder colaborar de alguna manera con este problema, prefiero seguir tras el mostrador que en casa”, continúa Natera, y de la misma manera se manifiesta Agüera.“Nos sentimos muy orgullosos del trabajo que estamos haciendo todos, pese al esfuerzo extra”, ya que ellos dejan “una familia en casa”, continúa la cajera, que recuerda que los primeros días fueron “un caos”, pero, pero poco a poco “la mayoría de la gente se ha ido dando cuenta de la situación, quitando, como he dicho, algunas excepciones que no comprendo”, insiste.

Medidas de higiene

Las medidas de higiene son extremas en todas partes. En la farmacia, además de las líneas del suelo que marcan donde debe situarse cada cliente, la limpieza es constante y cada vez que se va un usuario Natera y su compañera limpian el mostrador, el teclado, la tarjeta médica… “y hasta le doy el producto al cliente para que se limpie”. En el supermercado también se cuida mucho este aspecto y prácticamente todos los empleados usan mascarillas y guantes e invitan al cliente a que se proteja las manos.

Alberto Montávez, el responsable del quiosco ubicado frente al Ayuntamiento. FOTO: A.J. GONZÁLEZ

Y de la misma forma podemos encontrar a Alberto Montávez, el responsable del quiosco ubicado frente al Ayuntamiento. “No me los quito porque no me puedo permitir contagiarme, no por mí, sino porque vivo con mi padre, que tiene 94 años y no quiero transmitírselo”, asegura Montávez, que vive estos días una situación insólita al ser prácticamente el suyo el único establecimiento abierto en los alrededores. “Me siento solo y raro, echo de menos a mis vecinos, la gente pasar, pero esto es lo que hay”, dice con poco ánimo el quiosquero, ya que no sabe si merece la pena mantener el negocio abierto: “Entre que la gente ahora se informa a través de internet y que sale poco, el negocio no va especialmente bien”. Aún así, “abro porque me lo permiten y no quiero dejar de suministrar a mis clientes, aunque he notado muchísimo bajón en las ventas porque hay muy poca gente en la calle, gracias a Dios, por otra parte”, continúa Montávez.

En cuanto a las perspectivas,Natera aconseja “echarle paciencia”. La farmacéutica augura que a esta crisis aun le quedan semanas y, aunque la demanda de ansiolíticos y antidepresivos no ha subido, “quizá la semana que viene no podamos decir lo mismo”. “Intentamos bajar a la gente a la realidad, tranquilizarlos, pero hay que hacer las cosas bien hechas”, subraya.

A ninguno de los tres le asusta especialmente el contagio porque toman medidas, pero lo que sí preocupa a Montávez es “la catástrofe económica” que trae aparejada esa situación. “Es transitorio, lo sabemos, pero todo dependerá del tiempo que se alarge esta situación”, dice el quiosquero, que asegura que “es muy complicado mantener los negocios”, sintiéndose afortunado de que, al menos, “he podido abrir y algo de ingresos genero, aunque me están sobrando muchos más periódicos de los habitual”.

Por su parte, Agüera asegura que la empresa está poniendo todos los medios posibles para controlar la situación y “los compañeros de seguridad hacen una labor admirable para que esto siga para adelante”, ya que recuerda con incredulidad como “la gente la pasada semana se volvía loca comprando papel higiénico” o “llenando un carro detrás de otro”. Frente a eso, ahora, asegura, los clientes ya van individualmente a la comprar y no “con los abuelos y los niños". “Mientras no pongamos todos nuestro granito de arena, como hacemos nosotros, esto no sale adelante”, dice con preocupación la empleada de Deza. Y así de tajante se muestra también Natera, que exceptuando algún cliente que no la ha creído cuando ha manifestado que no tenía algún producto de higiene, “el ususario, en general, acepta normas y está a la altura de las circunstancias”.