Lilly nunca habría podido imaginar que el destino la traería hasta España ni que tras años estudiando medicina en China para ser ginecóloga, acabaría abriendo un restaurante a miles de kilómetros de su familia y mucho menos, que un día abandonaría por completo toda su actividad laboral para convertirse en pastora evangélica y dedicarse a ayudar a los necesitados. Pero los caminos del Señor son inescrutables y ella lo sabe bien.

Lilly vino al mundo hace 53 años (viendo su cutis, nadie lo diría) en un pequeño pueblo de Zejin, al este de China, donde sus padres, médico él y enfermera ella, se afanaron para ahorrar lo suficiente y que ella pudiera estudiar. «Pasé mi juventud en un internado, estudiando siempre, salíamos muy poco», explica, «cuando volvía a casa los fines de semana, ayudaba a mis padres en la clínica que tenían hasta que decidí venir a España».

Hace treinta años, muchos chinos empezaban a emigrar a Europa para ganar dinero y volver después a su país. El sueño de Lilly era «trabajar como médico para mujeres chinas en España», pero cuando llegó aquí, se dio cuenta de que su proyecto no era viable porque su título en aquellos años no era homologable.

Alojada con amigos chinos en Barcelona y en Madrid, conoció al que poco después se convertiría en su marido y ambos se instalaron en Córdoba. En 1995, desistió de su plan y abrió un restaurante chino en la calle Platero Pedro de Bares. «Entonces, solo había cuatro en Córdoba, venía mucha gente, pero los primeros días yo lloraba y lloraba, mis manos de médico se destrozaron de tanto fregar platos», relata con su genuino acento chino-cordobés asistida en caso de duda por Eugenio Peña, voluntario del centro de servicio caritativo Buenas Noticias que ella regenta en la calle Platero Pedro de Bares, junto a la avenida Carlos III. Poco después, nació su hija Sonia y se entregó al trabajo y la familia. «En China, si necesitas dinero para un negocio, toda la familia te ayuda, te prestan y cuando tú puedes lo devuelves», señala, «es una costumbre buena china». Emprendedora, como la mayoría de los chinos, al cabo de unos años abrió una tienda de Todo a 100 en Montilla y después, una tienda de ropa. Durante diez años sacó adelante sus negocios y a sus dos hijos (8 años después nacería el menor) mientras su marido se dedicaba a la exportación de productos españoles en China. Según cuenta Lilly, ella nunca había sido religiosa. En su país, la mayoría de la gente es budista o atea y aunque sus padres tenían creencias evangélicas, ella se había mantenido ajena a ese mundo. En Córdoba, con la familia lejos, agobiada por la carga de trabajo, empezó a frecuentar la iglesia y un día, hace cinco años, tuvo una revelación. «Pasó algo, no sé decir bien, pero sentí que lo que hacía no tenía sentido y tenía que dejarlo todo», asegura sonriente, así que informó a su marido y cerró los negocios.

De un día para otro, Lilly se convirtió en pastora de la comunidad china en Córdoba, renunciando al sueldo estipulado para quienes ejercen esa función, y decidió hacer algo práctico para ayudar a los necesitados.

Como tenía el local del restaurante, pensó en abrir allí un centro de servicio caritativo donde desde hace cinco años sirve el desayuno a unas 70 personas sin hogar, con ayuda de un grupo de 22 voluntarios. Tiempo atrás, había empezado a trabajar como traductora de chino-español en juicios, médicos..., un servicio que empezó a prestar gratis a quien lo solicitara. «Hubo que reformar el local y muchas personas chinas y también algunas españolas nos dieron ayuda para hacerlo», explica Lilly, que ofrece desayuno gratis de lunes a viernes a personas necesitadas. «Hay organizaciones que dan la comida, dan cena, y van por las noches, pero no había desayuno», indica, «por eso elegimos eso».

Eugenio, voluntario del comedor de Lilly de 76 años, explica que después de cinco años, muchas personas y empresas les ayudan, desde panaderías al banco de alimentos, una firma de Hinojosa que da jamón picado para las tostadas o fruterías del barrio que les dan para hacer batidos. «Hay mucha necesidad en Córdoba, hay días que vienen hasta cien personas». De momento, no han recibido ninguna subvención de ninguna entidad, «ni siquiera bono social de la luz, que gasta mucho por los aparatos que hay», señala, «todo sale de las ofrendas y de nosotros».

Cuando llegó, no sabía decir ni una palabra en español. «Aprendí aquí, por la mañana estudiaba y por la tarde, trabajar», recuerda. Ahora no se imagina en otra parte que no sea en España. «Mi madre es mayor y está aquí conmigo y echa de menos China, pero yo he estado aquí más años que allí y mis hijos son de aquí, China es mi pueblo y lo quiero mucho, pero este es mi segundo país».

CORONAVIRUS / Mientras los casos de coronavirus se multiplican en China, Lilly se mantiene alerta a las noticias, preocupada por el devenir de los acontecimientos. «Mi madre y hermanos están aquí, pero allí tengo familia y amigos», explica, «China es muy grande y Wuham está lejos de mi región, pero todos tienen mucho miedo y ahora nadie sale de casa, están asustados, las calles de mi pueblo están vacías, ojalá pase pronto».