En general, la situación científica en Córdoba es positiva, mostrando una clara tendencia ascendente. Llevamos mucho tiempo representados, tanto a nivel nacional como internacional, por la ciencia de gran calidad que se lleva a cabo en los distintos grupos de investigación pertenecientes a nuestra universidad. Además, en el ámbito concreto de la investigación biomédica, me gustaría destacar el soplo de aire fresco que supuso la fundación del Instituto Maimónides de Investigación Biomédica de Córdoba (Imibic). En concreto, el Imibic, gracias a la estrecha colaboración entre profesionales pertenecientes a distintas disciplinas científicas (médicos, enfermeros, biólogos, bioquímicos, bioinformáticos...), ha obtenido resultados relevantes en los últimos años, que han posicionado a nuestra ciudad en el mapa científico a nivel nacional.

Me preocupa enormemente el poco respaldo político y social que recibe una profesión tremendamente sacrificada como la nuestra. Esto se traduce en sueldos ínfimos, como los asociados a numerosas becas, como por ejemplo la prestigiosa ayuda de formación de profesorado universitario o FPU (cuya remuneración gira en torno a 1.050 euros, solo 100 euros por encima del sueldo mínimo establecido por el nuevo gobierno de España). Además, la pobre financiación pública que reciben las instituciones científicas está provocando una preocupante fuga de cerebros.

Creo que hay que aumentar significativamente el grado de sensibilización de la sociedad acerca de la importancia, a distintos niveles, que posee el desarrollo de una ciencia de calidad. Esta sensibilización generaría una actitud crítica frente a la evidente falta de financiación que sufre nuestra ciencia. Es innegable que una producción científica elevada contribuye al aumento del músculo económico de un país, a largo plazo. Sin embargo, esto requeriría de una primera inyección financiera bastante difícil de digerir por una clase política obsesionada con el «aquí y ahora».