¿Conocen la película Cadena de favores? En ese filme, un niño llamado Trevor responde al reto que le plantea un profesor iniciando una serie de actos solidarios que, encadenados, genera un efecto mariposa con el que consigue mejorar el mundo de muchas personas. La historia de Ana María Moles podría ser la versión cordobesa de esa película. Hace cinco años, su vida se truncó por una circunstancia familiar que la sumió en graves problemas económicos. Gema, una peluquera de su barrio, se enteró de su situación y puso en marcha un corte de pelo solidario con el que logró recoger comida para su familia y despertó en ella la necesidad de devolver el favor, iniciando así una cadena que hoy sigue funcionando.

Ana María se crió en Valdeolleros y no se ha movido del barrio. Hija de una familia de ocho hermanos, perdió a su padre cuando ella tenía 14 años y dos de sus hermanas después, todos víctimas del cáncer. Su madre fue una mujer sencilla «a la que todo el mundo quería en el barrio -recuerda-. A mí siempre me han conocido como la hija de la Cristina», que sembró en los suyos los principios de respeto, solidaridad y ayuda que ella sigue manteniendo vivos. Ana se casó muy joven, con 19 años, y al poco tiempo llegaron sus dos hijas. «Por aquel entonces, trabajaba en una platería haciendo oro y plata, pero cuando tuve a mi hija me llevé el taller a mi casa hasta que lo cerraron y me puse a trabajar en una fábrica, haciendo vestidos de gitana -relata-. La costura me ha gustado mucho siempre y he hecho la ropa de mis niñas muchos años». Luego se puso a vender con su marido y los padres de él en el mercadillo hasta que la pareja se quedó el puesto. «Antes se vendía muy bien, primero teníamos lámparas y cosas de electricidad y luego la cosa empezó a decaer y nos metimos con la ropa y los zapatos», recuerda, «pero las ventas empezaron a caer y dejamos el puesto». Su marido empezó a trabajar entonces como albañil y ella se quedó como ama de casa.

Su madre murió con 72 años de un ataque al corazón. «Fue un infarto fulminante», explica, una muerte inesperada que la sumió en una profunda depresión. «Cuando estaba saliendo, murió mi hermana y volví a recaer y luego falleció la otra...». Por aquel entonces, ella era autónoma y tras meses de baja, un tribunal médico le ofreció la incapacidad total, «pero yo la rechacé, no quería sentir que a partir de ese momento iba a ser una inútil», señala sincera.

En el 2015, cuando empezaba a levantar cabeza, la vida le dio otro revés que, afortunadamente, se vio amortiguado por aquella primera acción solidaria de la que ella fue beneficiaria. Fruto de la experiencia, poco después nacería un grupo de Facebook llamado Te lo regalo Córdoba, que hoy siguen más de 1.800 personas, y que ella convirtió en asociación en el 2016. «El grupo de Facebook empezó como una forma de trueque, fomentando la donación de ropa, muebles y cosas que no usamos para entregarlas a otras que lo necesiten», explica, «pero yo quería ir más allá, y hacerlo me ha servido para ver que hay mucha gente que sufre y está en situaciones muy difíciles y que no tengo derecho a pensar que lo mío es lo peor si son cosas que se pueden solucionar».

Con ese afán, la asociación lleva cuatro años trabajando durante todo el año para recopilar fondos con los que mantener un canal abierto de ayuda a las familias necesitadas que lo solicitan. «Este año no hemos recibido ninguna subvención, pero hemos contado con la ayuda de mucha gente de Córdoba y hemos podido hacer la entrega de los paquetes de comida para la Nochebuena, la cabalgata de Reyes para los niños, el reparto de material escolar, los regalitos para los mayores...». Además de organizar mercadillos solidarios para recaudar fondos con enseres donados, todOs los martes y los jueves hay entrega de donaciones en el local donde está la sede de la asociación y ayudas puntuales a familias necesitadas que se ven en apuros.

«Por mala que sea mi situación, como todos los días, pago mi luz y mi casa y con eso me basta, no quiero lujos ni fiestas, ni vacaciones ni nada de eso - asevera-. Ahora mismo, mi mayor sueño sería que un alma caritativa nos prestara un local en Valdeolleros o en Santa Rosa, para poder ayudar más». Según su relato, tras la venta del local que una amiga de Ana cedió a la asociación, no les quedó otra que alquilar otro, pero «es muy chico y no podemos hacer la mitad de las cosas que quisiera, seleccionar las cosas, abrirlo para atender a las familias...». Y además, «nos cuesta dinero y ese dinero se podría usar para llegar a más personas». Ganas y energía no le faltan y eso que estos días anda muy preocupada por el temporal que está arrasando la cuenca mediterránea. «Tengo en Valencia a tres hermanos y uno vive muy cerca de Xabia y sigue lloviendo, así que los llamo todos los días», confiesa.

Luego vuelve al local. «Yo solo necesito un sitio con cuatro paredes para guardar las cosas -insiste-. Igual hay alguien que tenga alguno que no necesite y nos lo quiera dejar, sería algo muy bueno». Ahí queda. La cadena de favores nunca se sabe hasta dónde puede llegar.