Herminio Membrives Rey decidió hace casi una década abandonar Córdoba, marcado de manera profunda por experiencias anteriores de solidaridad en India y Perú, y puso rumbo a Camerún, nación africana en la que, junto a su mujer, Denise, ha puesto en marcha un hogar para chicos, Yide Bikoue (El amor de los niños), dirigido a menores huérfanos o en situación de abandono. También han impulsado una empresa de energía solar en este país, un territorio en el que la esperanza de vida es muy inferior a la española y con grandes diferencias en cuanto a desarrollo. Herminio nació en Andújar, pero de niño su familia se trasladó a Córdoba. Antes de irse a vivir y trabajar a África, este cordobés de 41 años se dedicó profesionalmente al sector de la joyería y creó con 22 años su propia empresa, dedicada a los diamantes.

-¿Cuál fue su trayectoria profesional hasta que se instaló por trabajo y amor en Camerún?

-Por mi trabajo en el sector de la joyería viajé por diferentes países, pero los viajes que dieron un vuelco a mi trayectoria profesional y personal fueron los de voluntariado a India y Perú. En India toqué (literalmente) a una persona pobre por primera vez en mi vida y eso me cambió. Pero lo que más me influyó fue un viaje a Perú tras un curso de formación para el desarrollo que organiza la oenegé Setem Córdoba cada año. De voluntario en Lima conocí la comunidad Sagrada Familia, para 700 niños, y a su director, Miguel Rodríguez. Descubrí que había cosas en la vida por las que merecía la pena trabajar, esforzarse y entregar toda tu energía. Descubrí que el fin último del ser humano no puede ser otro que el amor y que cuando estamos sanos, alineados, conectados o simplemente nos sentimos bien, lo que sale a borbotones de todos nosotros es el amor libre. El día que volví de Perú, me monté en el coche, puse la radio y escuché un anuncio de pastillas para adelgazar, como si fuera lo más importante en la vida. En ese momento me di cuenta que lo que había descubierto era muy valioso y poderoso e intento mantenerlo vivo dentro de mí desde entonces, a veces con más intensidad y otras menos.

-Y dentro de ese cambio en su vida, ¿por qué escogió Camerún?

-En el 2010, tras mi experiencia de voluntariado, decidí que iba a dedicarme a ayudar a otras personas. Pensé viajar en bici por África, un mes viajando y otro mes trabajando, para que se me ocurriera algo que hacer por los demás. Dejé mi empresa y me preparé para mi viaje. Como siempre, las cosas no son como esperas y finalmente mi profesor de francés, que era de origen camerunés, me invitó a que comenzara mi viaje desde su país y nos fuimos juntos, Así que aparqué la bici y pospuse mi viaje para otro momento de mi vida. Tras varios años intentando y fracasando en algunos proyectos, los mal llamados fracasos son la única manera de obtener el máster en relaciones africanas, que no tiene ningún título en papel, pero se te graba a fuego en el pecho. Una monja me dijo un día que «cuando distingas el sí que es sí del sí que es no ya serás un verdadero africano». Ocho años después me doy cuenta que llevaba mucha razón, que tienen que pasar años para integrarte en la cultura y reconocer lo bueno y lo malo.

-En Camerún ha fundado una ‘gran’ familia junto a su mujer.

-En el 2014 me casé con Denise. Tenemos dos hijos. Tuvimos que inventar algo para vivir y comencé en el negocio de la energía solar a la misma vez que abríamos juntos nuestro hogar de niños, Yide Bikoue.

-Explíqueme en qué consiste su empresa de energía solar.

-Con la empresa de energía solar ganamos dinero cuando podemos y realizamos proyectos preciosos, como por ejemplo bombeo solar para consumo de agua en un campo de refugiados de más de 20.000 personas, o farolas solares en pueblos muy aislados, en los que el día que las encendemos la población se pone sus mejores galas para salir a verlas. Realmente estos proyectos resuelven muchos problemas básicos de la sociedad.

-¿Me puede detallar cómo es el hogar de niños que ha puesto en marcha con su mujer?

-En la comunidad de niños Yide Bikoue (El amor de los niños) es en la que nos gastamos el dinero. Intentamos darles todo aquello que una familia aporta a sus hijos. Protección, educación, deporte, clases particulares (la educación en el país es de mala calidad y son necesarias clases particulares para que avancen) y, sobre todo, amor, los niños necesitan sentirse queridos. Algunos son huérfanos, otros no. Pero la vida que han llevado en la calle es muy dura. No creo que nosotros pudiéramos soportarla ni tres días. Algunos hacen grandes viajes a pie, de 300 kilómetros para llegar a Ngaounderé (una ciudad como Lucena) que es donde tenemos la casa. A estos niños se les llama Nangaboko. Son rechazados, por sucios, delincuentes y algunos con problemas de drogas, pero lo que la gente no ve es su dolor interno.

-¿Con qué recursos cuenta para mantener este centro?

-Contamos con fondos propios, colaboraciones particulares, familiares y el apoyo de varias organizaciones (Setem Córdoba, la asociación Adapa, de Vélez Málaga, o la asociación Zapallal de Jerez). También recibimos donaciones de la comunidad negra que vive en el extranjero y de personas que viven en Camerún. Gastamos más de lo que recibimos y eso nos crea un poco de estrés, porque es muy difícil decir no a un niño, que siga viviendo en la calle. Eso duele.

-¿Reciben alguna ayuda oficial de Camerún para este centro?

-No. No recibimos por el momento ninguna ayuda oficial de Camerún ni de España. Me pregunto cómo no existe una fuente de financiación de fácil acceso e infinita para todas aquellas personas y organizaciones que se entregan y sacrifican para resolver estas injusticias. Nosotros estamos haciendo nuestra parte (sacrificio, voluntad y trabajo). Vivimos en países en los que el sistema sanitario es pésimo, la esperanza de vida muy baja (en España, de 87 años y en Camerún, de 56) y con problemas de seguridad. Sin embargo, aun así dedicamos la mayor parte de nuestro tiempo a buscar financiación para que los niños no sufran de esta manera. Se nos olvida que la vida de un niño vale más que una glorieta nueva, que un coche de alta gama (me refiero especialmente al dinero público). Algunos de nuestros comportamientos en Occidente son una patada en el estómago a la pobreza en el mundo. De manera privada cada uno sabrá lo que hace, pero el dinero público tiene que estar para resolver las injusticias y no para desperdiciarlo. Incluir una asignatura de voluntariado sería un buen primer paso para mejorar la empatía, solidaridad y amor.

-¿Qué resultados está ofreciendo este hogar de niños?

Actualmente hay en la casa 25 niños, de entre 8 y 16 años. El hogar lleva tres años abierto. La delegación de asuntos sociales de Ngaounderé esta muy contenta con nuestro trabajo. Los niños aprueban el colegio en el 95% de los casos. Dos de ellos fueron de los primeros de la clase (de clases de 90 niños). Empiezan a aprender a leer y se les ve la emoción en su cara cuando se te acercan un día y te dicen: «Papá, papá, ¡que ya sé leer!». Eso nos da fuerza para seguir trabajando por ellos. El centro es solo para chicos, porque las chicas no están en la calle, al ser rentables en la familia. Si se casan la familia podrá recibir la dote. También pueden prostituirse. Y, en cualquier caso, el hecho de que tengan una pareja puede suponer aportar algo de dinero a la familia. Sin embargo, los chicos son una carga, comen mucho y aportan poco.

-¿Cuáles son los motivos por los que estos chicos son abandonados y viven en la calle?

-Por violencia en la escuela, causas coránicas, por no ser aceptados por padrastros o madrastras, al ser hijos de anteriores parejas. Les maltratan para que se vayan. También pueden influir las supersticiones, porque pueden pensar que les traen mala suerte, o haber detrás violaciones, abusos sexuales. Una vez en la calle siguen sufriendo violencia y abusos sexuales, a lo que se une a veces el problema de las drogas (fundamentalmente asociado al pegamento). Habría que hacer otra casa de acogida para madres adolescentes y niñas prostitutas. Algún día la haremos.

-¿Cómo se puede colaborar desde Córdoba con este proyecto?

-Las empresas que me acompañan en el negocio solar son de gran apoyo y en parte responsables de que obtengamos la financiación para el hogar de niños, entre otras Solar del Valle, firma cordobesa con mucha experiencia en energías renovables. Necesitamos dinero, porque gastamos más de lo que ingresamos. Las personas interesadas pueden hacer una transferencia periódica puntual o buscar a otras personas para que lo hagan y desarrollar algún tipo de colaboración estatal o empresarial que la aporte. Necesitamos expertos en redacción de proyectos de cooperación para poder participar en las diferentes convocatorias. Aceptamos voluntariado. Recomendamos que hablen francés y que hayan hecho alguna formación anterior. O simplemente que sean embajadores que transmitan el proyecto a posibles colaboradores. Nuestra asociación es Hamor -www.hamor.es (ES09 1465 0100 9819 0052 0622)-. Toda aportación es bienvenida, pero especialmente necesitamos transferencias periódicas con compromiso a largo plazo.

-¿Cómo es Ngaounderé, la ciudad donde vive y trabaja?

-Es una ciudad mayoritariamente musulmana. Existe el matrimonio infantil (más en zonas rurales). La mujer permanece en muy segundo plano, aunque soy optimista en este aspecto, Las nuevas generaciones van a dar un cambio radical. Se vive especialmente del ganado y del comercio. Las empresas sociales podrían hacer un gran trabajo aquí.

-¿Le costó mucho adaptarse a la vida en ese lugar?

-Lo que más me costó asumir fue la mala moral y ética (desde nuestro punto de vista). En Camerún que te mientan o te traicionen no es grave, pero para nuestra cultura es motivo de que te excluyan en cualquiera de los círculos en los que te encuentres. Y lo que más me gustó es la buena energía que transmiten en general. La hospitalidad. Son personas pacíficas. La jerarquía familiar creo que es positiva, porque le da un valor a la experiencia. Y, aunque es especialmente al hombre, creo que el machismo va a menos. Aunque si los comparamos con los niveles que tenemos en España lo veríamos como si fuera una atrocidad. Espero que ese respeto jerárquico familiar no se pierda, pero mejorando en igualdad entre hombres y mujeres. Las hermanas mayores también tienen un rol importante dentro de la familia. Nuestros comportamientos son producto de la sociedad. Si nacieran 2 gemelos en Camerún y uno de ellos se criara en España, a los 20 años, por ejemplo, podríamos ver cómo cada uno se comportaría de la manera que su entorno le ha obligado. Esta reflexión me calma cuando me encuentro con grandes dificultades por culpa de ciertos comportamientos de la gente local.

-¿Cómo es un día suyo?

-Una locura. A las 5 de la mañana todo el mundo se levanta y los niños empiezan a hacer sus tareas de la casa, barrer, fregar, ir a por agua. Todas las labores están repartidas. Después se preparan para el colegio. Imagina 25 niños. «Papá, mamá no encuentro el pantalón, el otro me ha robado el boli, mi cepillo de dientes no lo encuentro, el uniforme está sucio, me duele la cabeza, tengo diarrea, el otro me ha pegado, así un largo etcétera. A las 6.30 horas llega el desayuno. Hacemos unos minutos de meditación antes de cada comida. A las 7 entran al colegio y nosotros nos vamos a trabajar. El trabajo diría yo que es más locura y difícil aún. Cuando vuelven del colegio el que tiene ropa sucia la lava a mano en la mayoría de los casos, ya que el suministro de agua está fatal, y de 30 días tal vez tenemos agua solo 5 y entonces la lavadora no puede funcionar. Luego comemos. Tienen dos horas de descanso más o menos y se preparan para kárate o para clases particulares (tres días a la semana de cada cosa). Luego todo el mundo va un pozo cercano y prepara un cubo de agua para bañarse, sobre las 17.30. Después de cenar, a las 19.00 horas hay un rato de relax, un poco de tele, puzzles, lectura (el que sabe) música y alguno vuelve a coger también el cuaderno para repasar.

-¿Qué futuro tiene la energía solar en este lugar?

-Camerún se encuentra cerca del ecuador. Por tanto, tiene 12 horas de luz todo el año. Diría que es un sector que puede resolver muchas de las necesidades de energía y agua del país. Nosotros tenemos un proyecto que podría dar agua potable a cientos de pueblos rurales (un millón de personas) de manera sostenible en el tiempo (creando empresas sociales públicas en cada comunidad después del impulso de la infraestructura) con energía solar. Si hay alguna empresa u organización interesada, que no dude en consultarnos.

-¿Qué echa más de menos de Córdoba?

-Lo que más añoro es pasear por las calles. En Camerún no hay aceras ni respeto por los peatones. Un paseo por la ciudad es todo menos un paseo por aquí. Ver a los amigos y la familia, poder ducharte con agua caliente y no con cubos, la variedad de comida, poder comer y beber sin riesgo a la fiebre tifoidea, poder ver los mosquitos sin asociarlos a posible malaria, que nadie te llame y te diga que está en el hospital o que necesita dinero para curarse o para sangre para su bebé que está crítico.

El cordobés Herminio Membrives. Foto: CÓRDOBA