El colaborador de Diario CÓRDOBA Francisco Mellado presentó recientemente su nuevo libro El Palacio de la Merced de Córdoba: de convento a sede de la Diputación, una obra que persigue resaltar el valor artístico del edificio sede de la Diputación provincial. Hace un recorrido por la intensa historia de este singular edificio, declarado Bien de Interés Cultural por la Junta en el 2008. Se dedica un amplio capítulo a la reconstrucción del retablo, desaparecido en el incendio de 1978, llevada a cabo por la Diputación a lo largo de los últimos 40 años.

-¿Qué va a encontrar el lector en su obra?

-El libro es una síntesis de un trabajo de investigación y la idea es recorrer todo el conjunto del Palacio de la Merced desde la fundación como convento mercedario hasta convertirlo en la sede de la Diputación de Córdoba. Con todos los personajes históricos que han pasado por la casa, los hechos relevantes y todos los cambios que ha sufrido el edificio a lo largo de los años.

-¿Qué etapa histórica abarca el libro?

-Desde la Edad Media, que es la época fundacional, cuando el rey Fernando III reconquista la ciudad de Córdoba y dona a los frailes el terreno para levantar el primitivo convento, hasta la etapa actual y sus últimas modificaciones.

-¿El incendio del retablo en el Palacio de la Merced supone un punto de inflexión en su historia?

-He querido hacer un homenaje a todas las personas que contribuyeron a devolver esa joya del barroco a la ciudad. La iglesia quedó en ruinas tras arder completamente y se podría haber recuperado para otro fin, como una estancia más. Sin embargo, gracias al esfuerzo de la Diputación con su aportación económica y a todos los artistas e historiadores que participaron a lo largo de estos 40 años se llevó a cabo la reconstrucción. En el libro aparecen reflejadas todas estas personas.

-¿Cree que los cordobeses son realmente conscientes del valor artístico que contiene esta obra arquitectónica?

-El Palacio de la Merced es uno de los monumentos de Córdoba más visibles y mucha gente piensa incluso que no se puede acceder. Es desconocido para muchos cordobeses. La mayoría de visitas que vienen, cuando termina la ruta, me confiesan que no sabían nada del edificio pese a estar viviendo en la ciudad. La Córdoba barroca está más descuidada que el resto.

-¿Esconde el palacio algún secreto que se le escape?

-Nunca se sabe todo. Hasta donde hemos podido llegar, casi todo está basado en la documentación. Al ser un periodo tan amplio que abarca tantos siglos se te pueden escapar datos. La historia es un continuo estudio y seguirán surgiendo cosas. De hecho, tras la publicación del libro han aparecido nuevos datos históricos del edificio.

-¿Con qué estancia del edificio se quedaría?

-Yo me quedaría, por supuesto, con la iglesia. Primero, porque yo estuve trabajando ahí en la escuela taller como parte del equipo de restauración y luego, en la última fase de la reapertura en 2014, he sido el encargado de llevar toda la parte artística de la culminación en los trabajos de rehabilitación.

-¿Cómo surge la idea de las visitas teatralizadas al Palacio de la Merced?

-Es uno de los aspectos más importantes del libro. Los libros cuando se presentan se quedan en las estanterías. Del contenido de la obra surge este programa de visitas guiadas que acerca a los ciudadanos a conocer el Palacio de la Merced desde su fundación hasta nuestros días. Al ser teatralizadas, aparecen tres personajes históricos vinculados al edificio que narran y cuentan cómo vivieron ellos en primera persona acontecimientos históricos vinculados al Palacio de la Merced.

-¿Cómo está siendo la experiencia?

-Desde que se puso en marcha hace tres años, son miles las personas que han pasado por aquí. Los jueves y viernes están destinadas a escolares y los fines de semana para adultos. A lo largo del recorrido aparecen personajes célebres como Cristóbal Colón, que estuvo en el convento de la Merced antes del descubrimiento de América. El público puede disfrutar de la presencia también de un fraile mercedario y un personaje contemporáneo vinculado a protocolo que recibía a todas las autoridades que llegaban a la ciudad en los años 70, como los príncipes o reyes. Todas esas leyendas e historias se intercalan con la parte erudita e histórica.