Las siete de la mañana y empiezan a llegar los primeros coches. La previsión meteorológica dice que hará bueno, así que los más previsores se temen lo peor y madrugan para coger sitio. A las nueve, los mejores huecos están pillados y se rifan los de segunda fila. A las doce del mediodía, el parque está hasta arriba. Según Valeriano Cassani, coordinador de la empresa cogestora de las instalaciones y actividades de Los Villares junto a la Junta. Entre 10.000 y 12.000 personas acudieron a la cita anual con la tradición. «Esto era una feria esta mañana», asegura Juan mientras esparce la sal sobre las sardinas. Nada como un día de San Rafael para ver a todos los hombres de Córdoba con el mandil puesto dirigiendo la candela y el perol. «Mi mujer no me deja entrar en la cocina a diario, pero en el campo me encargo siempre yo». La mujer se encoge de hombros y le contesta: «Aquí me da igual, pero es que cada vez que cocinas me dejas la cocina...» A pocos metros, Rafael Dorado, el presidente de la Federación de Teatro Aficionado, intenta negociar plazos con la familia. «Como empecemos a comer ya, no vamos a tener hambre para el arroz». Según explica, la despensa campestre viene llena de viandas: «Sardinas, carne y chorizo para la barbacoa, picoteo y arroz», comenta antes de que su cuñada le recuerde: «Y el postre, los dulcecitos que no falten». Con el recuerdo del año pasado presente, cuando la sequía y las altas temperaturas obligaron a alargar la prohibición de los peroles hasta el 31 de octubre, en todos los grupos coinciden en que «el día de San Rafael, sin perol, no es San Rafael» y en otra cosa: «Al día siguiente, agua y fruta para bajar lo que se ha comido», bromean. Este año, en el grupo de Dorado falta su hijo Rafael, que está en Barcelona, pero el resto está entregado a pasarlo bien.

Rafael Jiménez, ferroviario, también es asiduo de Los Villares. «Venimos de perol siete u ocho veces al año, uno de ellos el 24 de octubre», explica. En la familia conviven tres generaciones de Rafaeles aunque el nombre viene de mucho más atrás. «De momento, estamos padre, hijo y nieto». El otro nieto, además, cumple años el mismo día, por lo que sobran los motivos para celebrar. Este año tomarán «sardinas, lomo, panceta, chuletitas y arroz», aunque el perol saldrá tarde, por lo menos a las cinco. Mientras hablamos, el móvil no deja de sonar. La escena se repite al hablar con cualquier Rafael. «Lleva sonando desde por la mañana», explica, «si tienes otro nombre, lo mismo no te felicitan, pero si eres Rafael y de Córdoba, nadie se olvida de tu santo». Después de los días de lluvia, se nota que hay muchas ganas de campo, no solo entre los mayores, también entre los niños, que aprovechan para desfogar subiendo y bajando de los columpios. «Estos caen esta noche en la cama molidos», explica una madre mientras busca la botellita de agua para su hija.

Aunque el arroz es el plato estrella, hay quienes innovan. Es el caso de Rafaela Sánchez, que ha acudido a celebrar su santo con un pellizco en el pecho porque su padre, también Rafael, murió hace unos meses. Su familia ha encontrado sitio junto a la pista de fútbol de Los Villares «porque mi nieto venía loco por jugar», explica. Este año, no tomarán arroz, ni migas, como otras veces. «Habrá sardinas y ternasco de Aragón porque hemos vivido en Huesca y nos apetecía comer esa carne esta vez». La cosa es pasar el día en familia. O con amigos. Porque los jóvenes también perpetuan la tradición. Rafa Madrid y sus amigos de Ollerías, alumnos del IES Maimónides, son ejemplo de ello. «Traemos lo fácil, chuletas, panceta, chorizo y cerveza», comentan mientras sacan las bolsas del coche. Son las 12 del mediodía y no han reservado barbacoa. «Ahora veremos, seguro que queda algo».