La situación de cambios y desafíos a los que se enfrenta el sistema democrático, la sostenibilidad del ser humano ante el capitalismo, el cambio de relato al explicar el mundo, los peligros del carisma cuando se accede al poder, las desigualdades sociales cada vez más acentuadas, la crisis de la vieja idea de Europa o una hipotética nueva recesión provocada por un sistema bancario en la sombra son solo algunas de las ideas puestas sobre la mesa ayer en las cuatro charlas incluidas en la segunda jornada del IV Congreso de la Sabiduría y el Conocimiento, organizado por la Cadena SER en esta ocasión bajo el título El desorden del mundo.

Santos Juliá, historiador y sociólogo, indicó que la crisis de la Democracia española «viene de una trampa de la confianza, por la euforia de una economía boyante que nos dio la sensación de que éramos los mejores y que España iba bien». Esa «trampa de confianza», insistó, «provocó que no se supiera responder ante la crisis que se nos avecinaba». A su juicio, eso ha llevado a «una desafección de los partidos, a una recusación de la Constitución y al movimiento independentista que ha puesto en jaque el Estado de las autonomías».

La politóloga e historiadora Mercedes Cabrera, que fue ministra de Educación y Ciencia con Zapatero, apuntó que la Democracia española «se enfrenta a importantes retos y desafíos» que, a su entender, «van a traer consigo nuevas formas de hacer política».

Según la directora de cine Isabel Coixet, uno de los problemas que acecha al mundo es «el capitalismo salvaje, que lo arrasa todo». En este contexto, expuso que para garantizar la sostenibilidad del ser humano «hay que apostar por un doble activismo: colectivo e individual». Así, Coixet hizo hincapié en la educación, «en saber qué nos mueve, a qué aspiramos, qué está detrás de los partidos a los que votamos...». Además, defendió que desde la individualidad de cada uno también se puede trabajar mucho. «No vale con llenarnos la boca de las cosas que se pueden hacer; no vale solo con banderas y manifestaciones; cada uno tiene que ayudar en la medida de sus posibilidades», sentenció.

Amelia Valcárcel, filósofa, habló de que uno de los problemas de la Democracia es «la demagogia y el carisma del que llega al poder» y no es capaz de tomar «decisiones impopulares», y apuntó que los demócratas «necesitan ser gente informada que se queden con la verdad y huyan de la postverdad».

El filólogo y ensayista Luis Alberto de Cuenca, que fue secretario de Estado de Cultura, manifestó que «nunca antes las tiranías, de derechas y de izquierdas, habían atraído a tantos intelectuales como en el siglo XX» y recordó que estos intelectuales «no son la conciencia de la Humanidad». Se mostró confiado en que los populismos «vuelvan a la normalidad, porque hay un peligro grande».

De los intelectuales y su relación con el poder habló también la guionista y directora de cine Ángeles González Sinde, ministra de Cultura con Zapatero, quien comentó que «la política mancha, y no todo el mundo está dispuesto a mancharse». Asimismo, aseguró que «la manera de sanear la política no es alejarse, sino participar como si de una carrera de relevos se tratase».

El economista y ex consejero andaluz José Sánchez Maldonado se refirió a las «fuertes» desigualdades creadas en la sociedad e indicó que desde la política hay que trabajar para que eso no sea así, evitando de esta manera insurgencias y rebeldías. Se refirió también «al sistema bancario en la sombra, que puede traer una crisis aún peor», y a «la necesidad de una verdadera unión de países europeos» que haga que «Europa no se vaya al garete».