La historia, a veces, es caprichosa, o juguetona, según se mire, y parece que en ocasiones se comporta como un niño terco que insiste e insiste hasta que logra el ansiado caramelo. Algo así le pasó a Ollerías, que hace cerca de dos siglos se empeñó en convertirse en la puerta de la modernidad de Córdoba. Su carrera comenzó a mediados del siglo XIX, con la llegada del ferrocarril a la ciudad, y ha sido en el siglo XXI, con el asentamiento del Plan Renfe, cuando se ha consolidado.

Este barrio se extiende desde el Campo de la Merced hasta la Ronda del Marrubial y ocupa el espacio comprendido entre el Pretorio y las avenidas de las Ollerías y de los Piconeros. Toda esta área estuvo ocupada por huertas y por alguna actividad fabril de gran importancia hasta comienzos del siglo XX, ya que se encontraba situada extramuros de la ciudad. No obstante, allí había también un pequeño barrio, el del Matadero, localizado, según el plano de 1884 realizado por Dionisio Casañal y Zapatero, en el entorno del Pretorio y junto a la Torre de la Malmuerta.

Teodomiro Ramírez de Arellano, en su obra Paseos Por Córdoba (1873 y 1877), se refiere a este barrio como «cinco grupos o manzanas de casas» de Santa Marina, «casi en su totalidad habitadas por vendedores de carnes frescas, dependientes del Matadero y algunos tratantes en reses». Pero sitúa el origen del Matadero y de su entorno en el siglo XV, dado que «en 1491 encontramos ya la cédula de Isabel la Católica (...) autorizando la construcción del Matadero en el campo, afueras de la puerta del Rincón».

Los conventos

Muy cerca de allí, donde hoy se levanta la sede de la Diputación, se levantó en el siglo XIII un antiguo convento, el de Santa María de la Merced, del que ya no quedan restos, según la información que ofrece la propia institución provincial. De nuevo Ramírez de Arellano relata que fue allí donde Jorge de Sevilla, miembro de la orden religiosa del cenobio, «dio habitación en su celda, durante varios meses, al célebre Cristóbal Colon, quien, residiendo en Córdoba la Corte, instaba ante Isabel la Católica para que protegiese sus proyectados descubrimientos».

El edificio comenzó su rehabilitación en el siglo XVII y siguió a lo largo del XVIII, a comienzos del cual se construyó su iglesia. Con la exclaustración del XIX el convento pasó a ser hospicio y se mantuvo así hasta que en 1968, con una reforma realizada por el arquitecto Rafael de la Hoz, se instala la sede de la Diputación.

En 1978, un incendió provocado arrasó la iglesia y calcinó su impresionante retablo barroco. Se destruyó además el órgano y numeroso mobiliario de valor y las llamas afectaron a parte de la estructura del edificio.

La ciudad se volcó en la recuperación del templo, incluso se organizaron suscripciones para recaudar dinero. Los trabajos de restauración duraron varias décadas y La Merced no volvió a lucir en todo su esplendor hasta 2014.

Pero el barrio tiene un segundo convento, el de San José, aunque posteriormente se le conoce como San Cayetano. Se construyó en el siglo XVII para albergar la orden de los carmelitas descalzos, que hasta entonces tuvieron su sede en la antigua calle San Roque, hoy Buen Pastor.

Como destacó en Diario CÓRDOBA el periodista Francisco Solano Márquez en su serie Rincones de Córdoba con Encanto, el templo, según «dicen los textos eruditos», (...) sería bendecido el día de Santa Teresa de 1656».

Ya en el siglo XIX se instaló en la zona el complejo industrial de San Antonio, creado por Antonio Carbonell y LLacer, que se mantuvo operativo hasta la década de 1970, como recoge el estudio Las Chimeneas Industriales de la Ciudad de Córdoba de Yolanda López y Alberto Moreno. DE aquella época nos queda El Chimenenón, en la Plaza de la Flor del Olivo.

Después vendría la reestructuración urbanística y la ansiada modernidad con el Plan Renfe, que eliminó las vías del tren y el paso a nivel. Nacían así nuevos edificios, como los residenciales o el Conservatorio Profesional de Música, que desde entonces conviven en armonía con los restos de muralla o la Torre Malmuerta. Son la huella del pasado que conserva esta Córdoba moderna.