Fernando Carrascal Martín, de 62 años, es uno de los más de 1.700 voluntarios cordobeses que colabora con Cáritas Diocesana de Córdoba y con las distintas Cáritas Parroquiales repartidas por toda la provincia cordobesa. Actualmente jubilado, Fernando contactó hace dos años con Cáritas para solicitar ayuda y acogimiento para un familiar que atravesaba por dificultades, y desde ese momento comenzó también a desarrollar diferentes labores de voluntariado, tanto en la Casa de Acogida de Cáritas como «en cualquier lugar que haga falta algo y yo pueda ayudar», señala. Entre otras actividades, «realizar algún acompañamiento a personas», ayudar en el comedor, salir por la noche con la furgoneta para repartir comida y atención a los que viven en la calle, o «simplemente estar y escuchar a alguna persona que lo necesite, porque mi experiencia como voluntario me dice que en muchas ocasiones una mera conversación tiene más valor para las personas necesitadas que 24 horas de trabajo en otras cuestiones, aunque también éstas sean necesarias». Personalmente, a este cordobés ser voluntario le reporta una gran satisfacción. «Satisfacción de estar en un proyecto que busca ayudar a las personas que están en condiciones de precariedad no sólo económica, sino también afectiva y emocional».