Venir a Córdoba expresamente a morir. Ese fue el plan que el banquero de las tarjetas black, Miguel Blesa, se propuso, quién sabe cuándo, y que finalmente cumplió el miércoles, después de varios días anunciando un viaje que finalmente le llevó a conducir su coche para llegar a Villanueva del Rey de madrugada. Por más macabro que suene el relato, ese fue el plan del expresidente de Caja Madrid, según sus allegados, que antes de conocer el resultado de la autopsia anunciaron convencidos que su amigo «vino a Córdoba a pegarse un tiro». Así, como suena. Y eso que la estupefacción fue la primera reacción de casi todo el mundo al conocer lo ocurrido. Un día antes había aparecido un cadáver en una parcela de Córdoba y hubo quien, en la incertidumbre del primer momento, creyó que se trataba de Blesa. Luego fueron desvelándose los detalles, esos que marcan la diferencia y que acaban arrojando luz a casi todas las cosas.

Conocido el hecho, que el banquero altivo y bien peinado se había suicidado en una finca de Córdoba, todo el mundo quiso conocer cómo había sido, por si cabía la posibilidad, como plantearon cazadores que habían compartido casa y pasión en Puerto del Toro, de que fuera un accidente, un ajuste de cuentas o quién sabe qué otra maniobra. El mundo entero fue enterándose poco a poco de que Miguel Blesa, amante de la caza mayor, llevaba ya tiempo sin tirar. Que últimamente cuando venía al coto de caza cordobés, uno de los más privilegiados, propiedad del grupo Prasa, lo hacía en familia, pero no como cazador. Se supo que cuando cazaba, lo hacía con armas propiedad de la finca y que en este viaje había traído su propio rifle, el que usó para disparar contra él. Uno de sus amigos informó de que llevaba días dudando si venir o no y que pese a llegar a Puerto del Toro a las 2 de la mañana, se levantó bien temprano. El detalle definitivo fue la pregunta que hizo al administrador de la finca. «¿Tienes el número de mi mujer? Pues apúntalo por si alguna vez tienes que llamarla». Y tanto que la iban a tener que llamar. Después, salió supuestamente a poner el coche a la sombra y, agachado junto al vehículo para que la bala fuera «directa al corazón», apretó el gatillo. Los servicios sanitarios solo pudieron certificar la muerte.

Entrada a la finca Puerta del Toro. Foto: SÁNCHEZ MORENO

Blesa eligió el verano, una época en la que solía venir a cazar grandes trofeos, y solo unos días antes de su 70 cumpleaños (8 de agosto) para decir adiós al mundo. De momento, no se sabe si llegó a despedirse de su familia de algún modo o si dejó una carta como hacen algunos suicidas porque su mujer, Gema Gámez, no pronunció palabra a los medios cuando vino a Córdoba para conocer el resultado de la autopsia, que confirmó la hipótesis inicial del suicidio con un disparo en el pecho. Fermín Gallardo, uno de los gestores del coto de caza y amigo de Blesa dijo que Gema Gámez, 26 años más joven que el banquero, recibió «muy mal» la noticia. Eso es todo. Mientras en el ámbito de la política nacional se hacía el silencio (solo Iglesias y Sánchez se pronunciaron), la familia del difunto ordenó la incineración del cadáver, que se produjo inmediatamente después de conocerse el resultado de la autopsia. Al mismo tiempo, Fermín Gallardo, salía a la palestra en defensa de su amigo quitando hierro a la cuestión de las tarjetas black y asegurando ante los medios que «la presión» (no específicó de qué índole) «se cargó a Rita Barberá y ahora se ha cargado a Miguel».

A la derecha, Gema Gámez. Foto: MIGUEL ÁNGEL SALAS

Sobre la mesa quedan las cuentas pendientes con la justicia del difunto, dos causas abiertas por los sobresueldos en la Caja y por las participaciones preferentes que arruinaron a miles de personas. La responsabilidad penal se extinguió el día de su muerte. La civil parece que no aunque, al no haber sentencia firme, no está claro. De seguir vigente, los herederos tendrían que hacerse cargo de las indemnizaciones que el juez decretara salvo que decidan renunciar a la herencia. Ya se verá. Pese a tener sus propiedades embargadas, Miguel Blesa y Gema Gámez se mudaron de su casa familiar a otra de la urbanización El Pinar de La Florida, de 832 metros cuadrados con jardín y piscina comunitaria.

Desde el viernes, las cenizas del finado reposan en el panteón de su familia en el cementerio Jardín Virgen de Linarejos, en Linares, localidad que le vio nacer en agosto de 1947. Ahora, que descanse en paz.