Con fama, ganada a pulso, de ser uno de los políticos más serios de Iberoamérica en sus ideas, planteamientos y modos, sin embargo el expresidente de Colombia, Álvaro Uribe, visitó ayer Córdoba campechanamente, de principio a fin, junto a autoridades y cargos del PP local, y se dejó sorprender por los valores e historia de la ciudad hasta llegar, incluso, a rememorar las raíces de Colombia e incluso de su propia vida.

Ya el expresidente de la Comisión Europea José Manuel Durão Barroso, que hace poco conoció Córdoba, le aconsejó a Uribe en un reciente encuentro que no perdiera la oportunidad de disfrutar de la ciudad, más aún sabiendo su pasión por el mundo del caballo.

Y dicho y hecho. Aprovechando su presencia en España para el Foro de Economía, tras visitar Granada, ayer inició la jornada atravesando la Judería para conocer por boca del experto Luis Recio la Mezquita-Catedral.

Séquito de ‘seguridad’

Todo ello junto a autoridades como el subdelegado del Gobierno, Juan José Primo Jurado, y cargos del PP como el presidente provincial, Adolfo Molina, la senadora Beatriz Jurado o el portavoz del grupo municipal en el Ayuntamiento de Córdoba, José María Bellido... Además de una discreta pero contundente y atentísima escolta policial para el que, posiblemente, sea una de las figuras políticas más amenazada del mundo (si no la que más) a tenor de sus posturas durante su presidencia, y aún hoy en día, con las guerrillas colombianas y el narcotráfico internacional.

El caso es que Álvaro Uribe, de los pocos que han podido acceder al mismo Mirhab de Alaken II, se mostró encantadísimo durante la visita a la Mezquita-Catedral, de la que más tarde dijo a los periodistas que se trata «de una inspiración para el encuentro de las civilizaciones y para la convivencia en contraste con el enfrentamiento». «¿También para la paz?», preguntó un periodista, dejando implícitas las repercusiones que tuvo el reciente referéndum en Colombia sobre el Acuerdo de Paz, del que fue férreo opositor Álvaro Uribe hasta conseguir sorprender a la comunidad internacional con el rechazo al pacto con las FARC. Uribe, diplomáticamente, matizó reiterando el término: «Convivencia», que no «paz», dijo.

A la guardería a caballo

Estas consideraciones las hizo el expresidente en Caballerizas Reales, después de salir de la Mezquita-Catedral y, rompiendo el plan al quedarse sorprendido por el entorno de la Puerta del Puente, pedir visitar el monumento, en donde se enteró al detalle de la historia de la ciudad.

El caso es que, ya en Caballerizas Reales, e incluso antes de entrar en el recinto, Uribe hacía gala de su calidad de jinete y de sus raíces ligadas al mundo del caballo. «Yo nací a caballo, fui al kinder (escuela infantil) a caballo, con dos años y medio», dijo para recordar aquel paisaje de su infancia a lomos de caballos criollos entre montañas de cafetales.

Después de confesar tan claro su pasión por el caballo, imaginen cómo parecía disfrutar en Caballerizas el expresidente colombiano y máximo responsable del partido Centro Democrático de Colombia. Y por si había alguna duda, hizo todo un paralelismo entre la honradez del hombre (y del político) y la nobleza del caballo, un animal «que no soporta maltratos, pero tampoco zalamerías».

Dicho eso... dicho todo.

Preguntas equinas

Uribe no siguió haciendo declaraciones... pero sí preguntas. De hecho, sometió al orgulloso cicerone para la ocasión, el presidente de Córdoba Ecuestre, Rafael Blanco, a toda una batería de cuestiones dignas de un trivial equino: Años de Caballerizas Reales, transformaciones históricas, número de caballos que llegó a albergar, con qué material está hecho el firme actual del picadero, cuánto grosor tiene, función de los espejos, número de caballos que están actualmente en Caballerizas, yeguadas en Córdoba, número de pura raza española censados («pues nosotros tenemos 250.000 caballos criollos», apuntó el expresidente), tipos de herrajes, cuidados de los caballos, paseos y ejercicios... Menos mal que Blanco está bien puesto, que si no...

Y una de las anécdotas del día antes de que Uribe cerrara la jornada disfrutando de un almuerzo en el Churrasco. Todos estaban pendientes de que el expresidente montara o, al menos, tomara de la brida a un caballo. Y así lo hizo. El nombre del caballo era... Campechano. Parecía todo predestinado.