Manuel Torres, director de la Cátedra Unesco de Resolución de Conflictos, acaba de llegar de Colombia, donde la cátedra ha intervenido en el proceso de paz que vive actualmente el país.

-¿En qué ha consistido el papel de la cátedra en Colombia?

La cátedra, junto con la Universidad de Santiago de Cali y otras instituciones del Valle del Cauca ha organizado unos cursos internacionales sobre estrategias de inclusión en el postconflicto. El principal problema es cómo enfocar la inclusión de los guerrilleros de las FARC en la vida social y civil del país. En cualquier conflicto lo difícil no es la firma del acuerdo sino gestionar el proceso posterior como dice José María Ginorella en su libro Ha estallado la paz. Gestionar la paz es complicado, el conflicto no ha terminado aún. Ahora toca integrar a esas personas que han vivido al margen de la sociedad.

-¿Qué propuestas se han hecho para gestionar el postconflicto?

-Se abre un proceso en el que los tribunales tienen que funcionar y gestionar el reconocimiento de la verdad, los daños causados, la solicitud de perdón y disculpa, la entrega de armas... A partir de ahí se requerirá toda una serie de medidas que van desde la redistribución de tierras a la creación de escuelas, atención psicológica o inversiones en infraestructuras… Hay que articular la formación electoral de las FARC como partido político y hacer nuevas elecciones.

-El proceso será largo...

-Las heridas morales son muy complicadas. Ha habido más de 250.000 muertos y, entre desaparecidos y personas con discapacidades y mutiladas, podemos hablar de más de 500.000 víctimas directas del conflicto. Gestionar esto llevará diez o quince años.

-¿Qué última hora trae de Colombia, qué se ha encontrado?

-El jueves se aprobó el nuevo plan de paz con las modificaciones introducidas tras el plebiscito que tumbó el primer modelo y había muchísima incertidumbre, aunque la sociedad en general tiene muchas ganas de paz después de más de 52 años de guerra.

<b>-¿Cree que será el fin definitivo del conflicto armado? </b>

-Dependerá de cómo funcione el proceso de inclusión, cómo se sientan de incorporados a la vida diaria estos guerrilleros. En la medida en que satisfagan sus aspiraciones de educación, empleo... más difícil será la vuelta atrás. Eso es un riesgo evidente, y lógicamente habrá avances y retrocesos, pero lo importante es empezar cuanto antes los procesos de incorporación con cursos como los que hemos montado con la Universidad del Valle para formar a cuadros de la guerrilla.

-Esto ofrece un nuevo horizonte de oportunidades para el país.

-Ese es uno de los principales atractivos para conseguir el acuerdo. Todos coinciden en que la guerra ha supuesto un freno al desarrollo económico de una posible potencia geográfica como Colombia, con importantes recursos naturales y personas formadas, instituciones universitarias magníficas... Todo eso se ha hecho a pesar de una guerra que ha lastrado el desarrollo económico. Y la gran esperanza de la comunidad internacional es que Colombia se convierta en un factor de equilibrio en la zona.

<b>-¿Hay alguna similitud entre este acuerdo, salvando las distancias, con lo que pasó con ETA en España o en Irlanda con el IRA?</b>

-Hay paralelismos con Irlanda, más allá del debate nacionalista que existía allí, pero con España ninguno porque aquí no se ha abierto ningún proceso de paz. Si ha habido negociaciones no han sido públicas. Solo tenemos un anuncio de la banda terrorista de que dejaba la lucha armada, pero no ha habido proceso de entrega de armas… Estamos en un limbo en cuanto a la gestión del conflicto y del postconflicto. Para cerrar este tipo de heridas es necesario un proceso de paz claro, las partes tienen que reconocer los daños causados, asumir responsabilidades económicas y morales y hay que contribuir a la integración en la vida social, política… de esas personas. Eso es lo que se está haciendo en Colombia. Aquí estamos en una situación de indefinición jurídica, política y negociadora, sin hoja de ruta.

<b>-¿Cree que la paz en Colombia, Cuba... abren una nueva era en Latinoamérica? </b>

-Allí se perciben tres o cuatro focos de cambio. Brasil, que tiene una situación de incertidumbre que compromete mucho la región porque es el país más grande, más poblado… El tema de Cuba se ve con esperanza y precaución pero, sobre todo, preocupa mucho la situación conflictiva de Venezuela. Algunos apuntan a riesgo grave de guerra civil, aunque lo dicen con prevención y ojalá que no ocurra.

<b>-En Europa y EEUU el conflicto también es latente, pero la violencia está camuflada, ¿no cree?

</b>-La conflictividad es consustancial al ser humano, lo cual no es bueno o malo. En cuanto a las formas de violencia, en Europa hay otro tipo de amenaza violenta que se desarrolla en puntos concretos y no como una guerra abierta. Las guerras como tal entre estados cada vez son más extrañas. Los conflictos ahora son a nivel interno, dentro de las fronteras. Lo cierto es que estamos en un mundo en cambio, con una geopolítica nueva y actores nuevos. Se está produciendo un rearme político y militar en Rusia y en EEUU se abre la incógnita sobre lo que hará Trump. El Mediterráneo es otro foco de conflicto con los problemas de inmigración, pero esa nueva conflictividad no se puede abordar desde los viejos parámetros de acción nacional, hay que reabrir la mente a nuevas formas de relación y tener en cuenta que los problemas fronterizos son algo del pasado. Levantar un muro hoy día con la situación de movilidad de toda la humanidad no tiene sentido. Es muy complicado parar un proceso migratorio.

-España inicia una etapa de acuerdo obligado. ¿Algún consejo de experto para evitar el conflicto continuo?

-España se incorpora por fin a la normalidad de los países democráticos europeos, donde lo normal es que haya minorías mayoritarias y que haya que llegar a acuerdos. Toca acostumbrarse a la cultura de pactos que significa ceder, acordar, renunciar a determinados principios, hay que establecer proyectos comunes. Muchos conflictos surgen no por la meta sino por el camino. Hay que hacer ver al adversario político que la meta es la misma. Cuando las partes se dan cuenta es mucho más fácil llegar a acuerdos. Hay que renunciar al interés del partido político y velar por el interés social, los partidos son medios no fines en sí mismos.