Cruz Roja los mantiene alejados de las cámaras, de los periodistas, de cualquier elemento externo que pueda alterar sus vidas, suspendidas desde hace meses. Un hombre viudo, una mujer, cuatro niños, entre ellos dos bebés con menos de dos años, y la abuela de éstos, todos ellos familia extensa, son los primeros refugiados sirios que Córdoba recibe dentro del Programa Nacional de Reasentamientos, que esta semana ha repartido a 31 personas en diferentes localidades de la geografía española.

Según Naira Aparicio, la trabajadora social de Cruz Roja que ha atendido a estas siete personas en su aterrizaje forzoso en Córdoba, «llegaron todos muy cansados, medio asustados, desorientados y con hambre». A sus espaldas cargan la tragedia de haber vivido en primera persona el horror de una guerra y la desolación de los campos de refugiados, espacios siniestros en la mayoría de los casos que funcionan sin dotación suficiente para atender a la enorme cantidad de personas que a diario llegan hasta ellos. Con el dolor y el cansancio acumulado, el último tramo a la esperanza se les hizo interminable. «Han viajado en avión desde Líbano y una vez en Madrid en tren hasta Córdoba», explica Naira, «no hablan nada de español, pero repetían al voluntario que actuaba como intérprete que su único deseo era llegar pronto para descansar».

Recién llegados del Líbano, los trabajadores sociales repartieron en Madrid a los distintos grupos y les explicaron su destino señalándolo en un mapa de España cuyas ciudades desconocían. Los niños están bien físicamente, pero una de las mujeres sufre un problema cardiaco y requiere medicación. «Lo más urgente ahora es conseguir que tengan tarjeta sanitaria para poder administrarles la medicación».

En el país de origen se elabora un informe social de cada refugiado, pero el informe aún no ha llegado a Córdoba. «No sabremos los detalles de la historia reciente de estas personas», comenta Naira, que recalca la importancia de ofrecer asistencia psicológica a los más pequeños. «Los niños vienen muy afectados, hay que darles apoyo y estudiar las secuelas que les haya dejado lo que han vivido antes de llegar aquí».

El alojamiento en el que residirán en Córdoba solo tenía 7 plazas libres que ahora están cubiertas. Los primeros meses se dedican a cicatrizar heridas físicas y psicológicas. Reciben asistencia integral, «alojamiento, comida y todo lo que necesiten». «Después, se pasará a una segunda fase en la que el objetivo es la integración y proporcionarles cierta autonomía con la que puedan empezar a valerse por ellos mismos». En la residencia, conviven con refugiados de distintas procedencias. Muchos se van de aquí para ir a Alemania, pero una vez allí los devuelven porque tienen que ser acogidos por el primer país que los recibe. «En algunos casos, al volver se han reencontrado con parte de su familia aquí».