Los cordobeses tienen este año un doble motivo de celebración en relación a la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. Con satisfacción general, por lo merecido, ha sido recibida la concesión del Premio Princesa de Asturias de la Concordia 2015 a esta orden.Fundada en Granada en 1593, en la actualidad cuenta con más de 350 centros, presentes en 53 países en todos los continentes, con más de 1.000 hermanos, 55.000 profesionales y 9.000 plazas sanitarias que dan atención a más de 27 millones de personas cada año.

Para los cordobeses este año 2015 es además aniversario señalado en la íntima relación que con esta católica orden nos une desde 1935. Este martes, 20 de octubre, se cumplen 80 años de la inauguración del edificio provisional y colocación de la primera piedra del definitivo, del Hogar y Clínica de San Rafael para niños lisiados pobres. Fue en 1934 cuando el padre Bonifacio Murillo (no confundir con el padre Bonifacio Bonilla que tan magnífica labor hizo como postulador de limosnas) gracias a la donación de una anónima señora consiguió lo necesario para que la Orden Hospitalaria

de San Juan de Dios adquiriera los terrenos donde se ubicaría en Córdoba el deseado hospital. La compra se formalizó el 24 de noviembre de ese mismo año con la firma de escritura por la cual Antonio Plazas, gerente del Banco Central en Córdoba, vendía a la Orden de San Juan de Dios la antigua Huerta de San Pablo, por cantidad igual a la recibida de la caritativa donante.

LOS PRIMEROS RELIGIOSOS

Los primeros religiosos de la orden llegaron a Córdoba el 2 de enero de 1935. Se trataba del padre

Touceda Fernández, el padre Llop y el padre Crescencio Olivares, iniciando, después de constituir

con los escasos medios que tenían el capital inicial de la empresa, una serie de visitas en pro de contar con el apoyo institucional y el de la sociedad cordobesa, esta última clave en la consecución

del fin que buscaban. Y es que, transformada en perfecta organización, supo aunar fuerzas, consiguiendo que el hospital llegara a ser una realidad.

En primer lugar se presentaron ante el obispo, Adolfo Pérez Muñoz, quien les dio todo su apoyo para tan grata obra. Visitaron después al gobernador de entonces, José Gardoqui, quien les dijo: “Conozco la labor de ustedes y como sé que hay que hacer algo más que admirarla, contribuiré

de mi bolsillo particular con una cantidad mensual”. Fue el gobernador de Córdoba el que hizo la

primera suscripción. No conociendo a nadie, se dirigieron a los Padres Capuchinos, quienes los acogieron. El padre Guardián con suma caridad les dijo: “Hermanos, no se apuren, nuestro convento está a su disposición todo el tiempo que necesiten”.

Con el hospedaje asegurado empezaron a organizarse en otros menesteres. Uno que parecía simple pero les ocasionaba gran quebranto económico eran los autobuses, y viendo que los continuos viajes de Córdoba a la Sierra se llevaban buena parte del dinero del que disponían, visitaron al gerente de la Compañía SATA de autobuses de Córdoba, quien les concedió pase gratuito a los religiosos en sus desplazamientos.

COMIENZAN LAS OBRAS

El arquitecto Enrique García Sanz presentó los planos del edificio y el 14 de enero comenzaron

las obras. Se creó una junta asesora con Antonio Manzanares; su esposa, María López; el doctor

Juan de Dios Jimena y su esposa, Dolores Fernández; el ingeniero Elías Hernández y señora, Concepción Peña. La junta asesora estaba presidida por el padre Rafael Espinosa. Se nombró asesor jurídico a Cecilio Valverde y se pusieron las bases del trabajo piramidal que recaería principalmente en las señoras de Córdoba. Cada una que se incorporase al proyecto debía aportar a su vez un mínimo de nuevas suscriptoras que a su vez tendrían que hacer esa misma labor

El 7 de mayo se aprobó legalmente por el gobernador y quedó inscrita la Asociación de Unión de Damas Pro-Hogar y Clínica de San Rafael, siendo su presidenta Maria Ortiz Monasterio de Solanz,

y vicepresidentas Adelaida Rivas y Dolores Fernández de Jimena. Los apuros económicos fueron

constantes y aunque para los materiales se consiguieron pagos aplazados, para el pago de los jornales de personal y equipamientos fue en palabras del padre Crescencio Olivares la Divina Providencia, a través de la generosidad de los cordobeses, la que consiguió que se liquidaran.

Él mismo dejó escritas diferentes anécdotas acaecidas que explicaban hasta qué punto iban al

límite en ingresos y gastos: “Después de tanto esfuerzo, llegó la hora de equipar el hospital y fue

gracias a la generosidad de Carmen Arnaiz, viuda del General López Tuero, que se consiguieron

las 500 pesetas, equivalente al coste de una cama y sus accesorios. A esta primera cama se le denominó con su nombre y fue origen de las diecinueve restantes, que llegaron también por donación de cordobeses como Antonio Herruzo y su esposa, Pilar Sotomayor, Paz Courtois de García, Fernanda Guerrero, viuda de Sánchez de Puerta, la vizcondesa de Termens, etcétera”.

“El pago semanal de los jornales llegaba implacable -prosigue el padre Crescencio Olivares-. En

una ocasión estos ascendían a más de 400 pesetas, justo llamó por teléfono una señora preguntando que cuánto costaba una cama. Le habían tocado 300 pesetas en la lotería y unos sobrinos querían que se las repartiera en regalos pero ella intuía que iba a tener algunos disgustillos con ese reparto y había soñado con ayudar al hospital.

Faltaban además 200 pesetas y había que efectuar el pago. Se le explicó a la señora la situación,

pero dijo no disponer de más. Cuando fueron a cobrar las 300 pesetas, esta explicó que justo después de colgar se presentó en su casa un empleado de una entidad con 200 pesetas que le debían a su difunto esposo. La donación completa de esa cantidad salvó in extremis la paralización de las obras”.

La obra avanzaba. El 5 de mayo de 1935, segundo después de Pentecostés, se dijo la primera santa misa en el sanatorio. Esta fue celebrada por Francisco Calero, coadjutor de la parroquia de San Miguel, en cuya jurisdicción parroquial estaba enclavado este Hogar y Clínica.

En agosto se empezaron a admitir los primeros niños con idea de que empezaran a fortalecerse

de cara a las operaciones quirúrgicas a las que habrían de ser sometidos a partir de octubre, después de la inauguración oficial.

INAUGURACIÓN OFICIAL

A las 11 de la mañana del 20 de octubre más de 2.000 personas de todas las clases sociales asistieron al acto. El obispo de Córdoba, Adolfo Pérez Muñoz, se dirigió al altar y bajo las imágenes de la Virgen de la Paz, San Rafael y San Juan de Dios dio comienzo la ceremonia, bendiciendo el edificio provisional y colocando la primera piedra. Esta, simbolizando la fundación del primer hospital

por San Juan de Dios en Granada, tenía la forma de una monumental granada. Luego vinieron los discursos, que fueron radiados y en los que participaron de forma destacada Manuel Enríquez Barrios; el director del hospital, Antonio Manzanares, y Manuel Varo Repiso, que recitó el siguiente soneto: “Obra sublime y ejemplar campaña / realizáis con la infancia desvalida / mitigando infortunios de esta vida / y honrando así a mi Córdoba y a España. / Cuando la humanidad con fiera saña / se destroza con la fe perdida, / vosotros con el alma enardecida / alejáis de esta vida la cizaña. / Y cordobeses de buena y noble cepa / admirando de esta obra la grandeza / seremos por honor sus aliados, / por la gloria y prestigio que nos quepa / cuidaremos con celo y con presteza / a los niños tullidos y lisiados”.

Intervio después la presidenta de la Unión de Damas Pro-Hospital y Clínica, María Ortiz Monasterio

de Solanz, que hizo referencia a las más de 700 suscripciones conseguidas y las 19 camas costeadas. Cerraron el acto los padres Guillermo Llop y Bonifacio Murillo, estando este último muy enfermo. Después de los agradecimientos terminó, entre aplausos, con la frase: “Todo bien dimana de Dios y a Él por consiguiente se lo debemos todo”.

Como colofón, destacar el cuerpo médico con el que contó el hospital desde el primer momento:

Antonio Manzanares, Francisco Calzadilla León, Antonio Carreto G. Meneses, Rafael Giménez

Ruiz, José Casana Diéguez, Rafael Pesquero Muñoz, José Navarro Martín, Juan de Dios Jimena Fernández, Germán Saldaña Sicilia y Enrique Luque Morata. Este declaró: “Después de treinta años de servicios en un Hospital Provincial, es cuando se sabe apreciar y se debe decir lo que vale un asilo en la Sierra de Córdoba, para niños pobres lisiados. Solo tiene un defecto: no ser extensivo para niñas. Si todos los cordobeses y todos los organismos oficiales cumplen con el deber ineludible de ayudar a esta obra, sublime como pocas, que los hermanos de San Juan de Dios han implantado en esta tierra (abandonada por los políticos en su obligación de tener centros donde se

pueda asistir a los pobres con los mismos elementos que a los ricos) aumentando los niños acogidos a cien como mínimo, habrán entonces demostrado su amor al prójimo”. “Yo así lo espero -continuó- y si les digo a todos los cordobeses que sin este asilo estos niños viven, mejor dicho se mueren completamente abandonados de todo auxilio, tengo la seguridad que cumplirán con el deber de engrandecer la obra implantada por los buenos y nobles hermanos de San Juan de Dios”.