- Dos tacos de madera friccionados con las manos es todo lo necesario para entrelazar hilos de metales preciosos y formar la filigrana cordobesa, una técnica traída por los judíos de Damasco que llegaron al Califato para dejar una herencia que hoy emplea a más de 15.000 personas.

Paseando por la Judería, los recuerdos de filigrana abarrotan las tiendecitas de este particular zoco; sin embargo, la mayoría son joyas hechas de alpaca y, cada vez más, de material llegado de China que está desvirtuando una técnica milenaria que ha pasado de padres a hijos.

Los hermanos Cerezo regentan un taller en la calle Buen Pastor, en los alrededores de la Mezquita-Catedral, que ha sido declarado Punto de Interés Turístico Nacional de Andalucía; el único lugar donde la filigrana, el arte joyero cordobés por excelencia permanece inmutable a los tiempos de Al-Ándalus.

Ellos hacen pura alquimia: funden la plata con un 7 por ciento de cobre, como marca la Ley de Metales, para darle dureza; luego pasan el líquido por los "barrochines", moldes con diminutos agujeros, desde donde va apareciendo el finísimo hilo de plata que, entrelazado con otro, mediante la fricción de dos tacos de madera, dan como resultado las joyas tan típicas de Córdoba.

"También hemos recuperado una técnica ancestral, el esmaltado de cerámica vidriada que, aplicado entre los finos hilos que componen las joyas, logra el efecto cristalino de una vidriera atravesada por los rayos del sol", explica Manuel Cerezo.

Junto a su hermano Ángel son la cuarta generación de joyeros de una familia dedicada por completo al gremio.

"Nosotros trabajábamos para grandes firmas de joyería nacionales pero, cuando nos enseñaban los talleres de artesanos en Holanda, China y Turquía, nos empezó a preocupar que la técnica que revolucionó la joyería en el Califato se perdiera", recuerda Manuel.

Por ello, estos hermanos y dueños del taller Platería Califal, se liaron la manta a la cabeza hace cuatro años, en plena crisis económica, y han puesto en marcha un lugar de creación artesana de la filigrana cordobesa, la originaria, donde comparten sus conocimientos con mimo y pasión a quien se acerca a este rincón tan especial.

Comparten todo menos sus secretos de alquimia sobre cómo aplicar la cerámica, la que se usa en los azulejos, a las joyas. Algo que solo se sabe en la familia Cerezo.

Ángel muestra con gran orgullo piezas inspiradas en el arte andalusí de la fachada de la Mezquita Catedral y en mosaicos de Medina Azahara, lugar que fuera hogar de los primeros joyeros andalusíes.

Los hermanos Cerezo, además de artesanos maestros de la filigrana cordobesa por excelencia, son una fuente de sabiduría sobre la importancia de este gremio en Córdoba.

Cuentan que fueron los judíos de Damasco los que desarrollaron en Córdoba desde el año 800 la técnica de entrelazar hilos de metales preciosos porque los musulmanes, no podían vender piezas de joyería por encima de su valor de adquisición y, para los cristianos, era pecado de usura llevar oro y plata como ornamentación civil.

Más tarde, cuando Al-Ándalus expulsó a los judíos de Córdoba, éstos exportaron la técnica de la filigrana califal cordobesa por toda Europa, habiendo dejado ya la tradición en la ciudad califal donde, desde el siglo X, se fabricaban estas piezas en talleres de casas de vecinos.

Los hermanos Cerezo cuentan que "toda Córdoba vivía de la platería, los chiquillos llegábamos del colegio y nos sentábamos en los bancos de trabajo a engarzar diminutas piececitas con las que se forman las joyas".

Sin embargo, la baja productividad debido, en parte, a las horas de trabajo manual que necesita cada pieza, hizo que los joyeros cordobeses abandonasen poco a poco la técnica de la filigrana para realizar joyas más comerciales o para dedicarse a otros sectores más beneficiosos hace años, como era la construcción.

"Muchos joyeros de toda la vida salieron de sus talleres para meterse en el mundo del ladrillo, por eso, la zona donde se asentaron se le puso por nombre "El Brillante", porque era el gremio originario de los que allí vivían", hace memoria Manuel, en referencia a uno de los barrios más lujosos de la ciudad actual.

Sin embargo, a ellos no les tentó el ladrillo y un buen día, hace cuatro años, abandonaron las firmas para las que fabricaban y decidieron apostar por un arte cordobés que, gracias a las manos incansables de Ángel y Manuel, hace posible poder colgar de cuello o de las orejas un trocito de la Mezquita o de Medina Azahara con forma de joya de filigrana cordobesa