El frustrado golpe militar del 23 de febrero de 1981 sigue siendo, 33 años después, un pasaje de la historia reciente de España lleno de incógnitas, lo que suscita un interés político y mediático --a veces incluso con tintes morbosos-- que cada cierto tiempo lo rescata del túnel del tiempo. La última ocasión ha surgido a raíz de la publicación del libro de Pilar Urbano La gran desmemoria. Lo que Suárez olvidó y el Rey prefiere no recordar (Planeta), cuyas invectivas contra el monarca, al que señala como muñidor de una operación por la que el entonces presidente del Gobierno lo habría acusado de traidor, han levantado ampollas y han sido calificadas por Adolfo Suárez Illana de "delictivas".

Para arrojar luz sobre unos hechos oscuros, acudimos al historiador José Manuel Cuenca Toribio, quien tuvo el privilegio de recoger el testimonio en primera persona de Alfonso Armada, uno de los principales actores de aquel "golpe blando". Rastreando en los recuerdos del general, que el catedrático emérito de la UCO trasladó a su libro El 23-F. Conversaciones con Alfonso Armada (Actas Editorial, 2001), y en su propio instinto de investigador, Cuenca concluye que "el Rey no fue el que inspiró el golpe", pero sí que supo lo que se fraguaba "y estuvo a verlas venir".

"Cuando salió mi libro la monarquía gozaba de un enorme predicamento y todo lo que se hablaba del 23-F era que el Rey lo desmontó y estuvo en contra. Trece años más tarde la institución monárquica no está en crisis pero está en crítica y convergen muchas corrientes para hacer creer que el Rey estuvo no solo al tanto sino que probablemente activó el 23-F --señala a modo de preámbulo--. Son bandazos que se dan en torno a grandes acontecimientos históricos y, después de la muerte de Franco, de la instauración de la democracia y de la entrada en el Mercado Común no ha habido un acontecimiento con más interés mediático que el 23-F en España, lo que hace que probablemente esté inflado".

Y añade el profesor, como una especie de declaración de principios, que "nunca he tenido ningún sentimiento monárquico especial, me inclino más hacia la República". Sin embargo, continúa, ha tenido la oportunidad de tener "bastante contacto con las dramatis personae de esta tragedia". con Armada, "que probablemente no habló de ello con otra persona que conmigo"; con Suárez, al que conoció a través de un círculo en el que estaba el marido de su hermana y ambos se presentaron a una oposición de funcionarios del Instituto Social de la Marina, cuyo temario de Historia Cuenca preparó. "A don Adolfo Suárez lo vi como un encantador de serpientes --dice--, simpático y sencillo". Con Juan Carlos I ha tenido tres encuentros, "pero no habré hablado más de ocho minutos con él y casi todo protocolario", con Sabino Fernández Campos, secretario general de la Casa del Rey, "he hablado bastante. Y a doña Pilar Urbano la conozco muy de refilón", matiza para situar las fichas en el tablero.

--Hechos como los ecos de la muerte de Suárez o el último libro de Pilar Urbano parece que estuvieran removiendo pilares firmes de la Transición. ¿Lo cree usted?

--La Transición no puede removerse; fue una hazaña cívica del pueblo español, que tuvo la fortuna de tener unos dirigentes idóneos para alcanzar esa meta. Lo que creo es que ha suscitado una controversia muy interesada y muy propensa a la manipulación.

--¿Es peligroso mirar hacia atrás? ¿Se pone en riesgo la reconciliación nacional?

--No, en modo alguno, siempre que se haga con sentido de la responsabilidad y con conocimiento. La reconciliación nacional está sobre bases muy profundas y muchas horas de reflexión y de generosidad. Muy mala idea tendríamos de la nación española, una gran nación que no viene de ayer. En España hay muchos cimientos para la crítica, pero me parece pésimo que se haga de forma irresponsable y buscando el enfrentamiento.

--¿Es partidario de que se reforme la Constitución?

--Algunos amigos constitucionalistas creen que no debe reformarse, se ve que todavía contiene mucha materia que no se ha desarrollado. Yo no soy especialista en el tema, pero opino que la Constitución puede reformarse pero con mucha parsimonia y mucho sentido de la responsabilidad.

--La tesis defendida por Pilar Urbano es clara y arriesgada: afirma que el golpe militar se gestó en la Zarzuela y que Suárez sabía que "el alma de la operación del 23-F era el Rey". ¿Tiene visos de verdad o le parece descabellada?

--Creo que parte de unos elementos válidos pero llega a unas conclusiones que no guardan relación con esos principios, conclusiones que van más allá de lo que permite la documentación. En ese libro hay una argucia rechazable y es que hay muchas transcripciones en comillas sin reflejo de donde se sacan. Dicho esto, el monarca no fue el deus ex machina , el que inspiró el golpe; lo que yo faliblemente creo --y no apostaría en ello todo mi crédito profesional si es que lo tengo-- es que el Rey conoció que muchos estratos del estamento castrense creían que la solución para España en 1981 pasaba por lo que don José Tarradellas, cuyo pedigrée democrático nadie pondrá en duda, llamaba "un golpe de timón" que solo podía dar el Ejército.

"Había precedentes, el golpe a la turca y la segunda etapa del gaullismo en Francia --prosigue--. Sería un golpe de fuerza blando, en modo alguno sangriento. ¿Qué el Rey tuvo conocimiento de eso? Yo creo que sí. ¿Qué lo alentó? No puedo decirlo. ¿Qué estuvo a verlas venir? Probablemente también. Creo que fue una operación no ignorada por gente que estaba en la cúpula del poder, grandes banqueros entre ellos".

--¿Pudo ser el Rey el 'elefante blanco' cuya llegada se quedó esperando Tejero en el Congreso?

--Por las hipótesis que he barajado le digo que no. A don Alfonso Armada le pregunté sobre ello de varias maneras y me dijo: "Yo no soy y Su Majestad el Rey tampoco". Sobre Jaime Miláns del Boch no se pronunció.

Pilar Urbano apunta en el citado libro que ese golpe de timón se hubiera plasmado en un Gobierno de concentración nacional al que estaban dispuestos a entrar Felipe González y Fraga, y todo ello aconsejado por Alfonso Armada. Al respecto, el catedrático emérito de Historia Moderna y Contemporánea recuerda que el general, décimo marqués de Santa Cruz, al que frecuentó durante un tiempo en su casa de Madrid, le habló de su estima personal y política hacia Fraga, al que estaba muy agradecido porque fue uno de los escasos políticos que lo visitaron durante los siete años que estuvo en prisión.

"El nunca me dijo que Felipe González estuviera en ese plan --afirma--. Sí me dijo que el Rey escuchó su plan, no que asintiera. Creo que el Rey estuvo a verlas venir. Con un gobierno de concentración nacional no se hubiera ido del país como hizo su cuñado en Grecia; con un gobierno militar sí, pero ese gobierno no estaba en el pensamiento de nadie salvo de Tejero. Armada me prometió que me contaría la verdad, y no era hombre mentiroso; ahora, que se reservara y contara las cosas según él desde luego, era un hombre sutil y con recámara".

--Al parecer, según Armada, el gobierno de concentración nacional era la única salida para la situación de caos que a su juicio vivía el país. O al menos así de catastrófica la veían muchos militares.

--A mí no me parece que un gobierno de concentración nacional, siempre que se hiciera dentro de los cauces legales de la Constitución, fuera malo; hay muchos ejemplos en la historia. Habría adelantado el poder real para el PSOE, y creo que en el fondo Felipe González así lo pensaba.

--¿Pero quién hubiera presidido ese Gobierno?

--Ahí está el quid. Yo creo que Armada pensaba que podía presidir un gobierno de concentración. Era un hombre culto, conocía mucho la política, tenía el respaldo del Ejército y del monarca. Tenga en cuenta que el tema clave en el 81 era el terrorismo, el tema de la seguridad. Un gobierno de concentración en la España de 1981 creo que no era ni anticonstitucional ni dictatorial. Y el Rey se creía con fuerza para maniobrar, decir quién sería el presidente, dar los nombres de los ministros.

--El caso es que después de señalarlo como el instigador de la asonada, el libro del revuelo matiza que fue el mismo Rey quien "nos salvó 'in extremis' del golpe que había puesto en marcha como solución".

--Es verosímil, no digo que sea cierto.

--¿Y lo es también que el Rey prácticamente echara a Suárez para situar bien a militares, hasta el punto espetarle con dureza "uno de los dos sobra en este país, y como comprenderás yo no pienso abdicar", como cuenta Urbano?

--Uno de los éxitos de los libros de doña Pilar Urbano está en su enorme poder de recreación y su fuerza imaginativa. Pinta las cosas como más se acomodan a su teoría pero eso no tiene luego respaldo ni refrendo documental, lo cual es una actitud irresponsable, si no inmoral. Nadie contempló esa escena, y no creo que ninguno de los dos protagonistas se la haya confesado. Suárez sabía con quién se jugaba los cuartos y creo que se mantuvo fiel al Rey como institución, conociendo las debilidades de todo monarca.

--Así lo cree su hijo, Adolfo Suárez Illana, que considera "delictivo" decir que su padre viera al Rey como un traidor.

--Eso demuestra que Suárez Illana sabe que todo lo del 23-F es manipulable y que basta cambiar los focos para que la verdad se convierta en mentira y al revés, porque todo está basado en hipótesis. Me parece una actitud leal del hijo de Suárez, aunque connotada por un agradecimiento hacia don Juan Carlos, que en los últimos tiempos mostró muchos gestos de reconocimiento al padre y después de haberle entregado el toisón.

--Las únicas diferencias que admite Suárez Illana, eso sí, "brutales", eran en torno a Armada, pues mientras el presidente del Gobierno lo veía como un traidor el monarca defendía su lealtad a la Corona. ¿Qué contaba el general de ese pulso?

--A pesar de estar alejado de la imagen de un militar tópico, Armada era muy amante del Ejército y un franquista absoluto. Creía que el traspaso a la democracia, que veía positivo, se había hecho con un déficit de falta de gratitud hacia el Ejército. Esto es normal, los periodistas también se consideran los actores de la Transición, y la Iglesia piensa que sin su intervención hubiera sido un desastre. Armada reprochaba a Suárez haber tenido un distanciamiento cordial con el Ejército, y en ese sentido sí puede ser verdad lo que cuenta esa señora, que es hija de militar y sabe llevar bien las aguas a su molino. Pero lo que a mí no me gusta del libro es que se puede ser subjetivo, pero no acentuadamente parcial, y ella ha querido convertir en los malos de la película a Alfonso Armada y, entre líneas, al Rey, y el bueno sería Adolfo Suárez.

--¿No será que se ha vengado de la Casa Real, que la desautorizó por su libro sobre la Reina?

--Es verosímil, pudiera ser.

--El Armada que usted conoció era un hombre culto que hasta llegó a crearle, según admitió cuando salió su libro, cierto síndrome de Estocolmo. Como historiador le daría vértigo estar tan cerca de la verdad sin que se le ofreciera entera, ¿no?

--Absolutamente, esa era mi sensación. Los domingos me acompañaba uno de mis hijos para llevar rel magnetofón y, charlando de vuelta a nuestro apartamento, le comentaba esa impresión de haber hablado con quien vivió en primera persona un acontecimiento que decidió la historia de España --porque, como rechazo al golpe, hubo una mayor pureza de la democracia-- y la impotencia de... Le confieso que soy un poco escéptico ante la historia oral, defendida por las nuevas generaciones de historiadores. Como viejo rockero que ha pasado muchas horas bajo la sombra de los cartapacios considero que la historia oral es una manera de aproximarse al corazón de la verdad y tal vez no de las mejores.

Armada se defendía ante la historia sosteniendo que actuó aquel día con toda legalidad, bajo la subordinación de sus superiores, que ante todo quiso evitar un derramamiento de sangre y que fue al Congreso por indicación de Sabino Fernández Campos, entonces mano derecha del Rey. "Yo eso lo creí fifty-fifty --reconoce--. Para la España de 1981 otra Guerra Civil era tan impensable como volver a los romanos, pero no así para la generación de Armada. Que él creyera que actuaba bajo la legalidad, eso sí lo refrendo. Hubo un duelo de gigantes entre Armada y Fernández Campos, del que aquel no tenía buena opinión. Eran dos personalidades muy diferentes, y ambas se preciaban de tener la confianza regia. Armada se sintió abandonado por el Rey y un poquitín traicionado por don Sabino. Ahora, que eso fuera verdad...".

--En el libro se le escurre cuando intenta usted averiguar su posible participación en la trama conspiratoria.

--La movilización militar del 23-F no obedece a Armada, él no tenía ese predicamento en el Ejército. Solo creía que podía tener el refrendo del Rey. Todos los militares incursos en el 23-F antes y después tuvieron como único héroe a Miláns del Boch.

--¿Por qué, 33 años después, las especulaciones siguen sustituyendo a una reconstrucción hecha por historiadores serios?

--Mi maestro don Jesús Pavón decía que los grandes crímenes nunca acaban por averiguarse. ¿Sabemos el magnicidio de Dallas? Los historiadores podemos aproximarnos a la verdad, aprehender la verdad creo que nunca. Y en una España de exagerada politización en la vida pública hoy por hoy el 23-F sigue siendo una verdad a medias, pero suficiente para rechazar visiones prepotentes.

--Da la sensación de que nadie quiere tirar verdaderamente de la manta, ¿no cree?

--Sí, es verdad. Se ha levantado la veda contra el monarca pero aun así hay muchos sectores que temen tirar de la manta y encontrarse otras sorpresas. Urbano malévolamente siembra muchos cabos sueltos; respecto a Felipe González --que a mi modo de ver no rechazó completamente un gobierno de concentración y podía hablar y no habla--, a Fraga, a Herrero de Miñón. Cabos sueltos que hacen que sea un tema desazonante. Respecto al 23-F hay no un pacto de silencio pero sí un pacto de mínimos. No se puede hacer historia inmediata, faltan más muertos y más documentación para saber lo que pasó.

--Cuando salió su libro afirmó que un golpe militar así, frente al que se habría posicionado el "golpe de la sociedad", no habría durado ni 48 horas y nunca volvería a repetirse. ¿Sigue pensando lo mismo?

--Absolutamente. Hoy lo aplazaría a 72 horas, pero no más. Hubiera habido sin duda una contrarreacción.