"Acordamos de mandar salir todos los judíos y judías de nuestros reinos y que jamás tornen ni vuelvan a ellos ni alguno de ellos". Así reza el conocido edicto de Granada (31 de marzo de 1492), por el que los Reyes Católicos dieron a los judíos de Castilla y Aragón cuatro meses para abandonar la que había sido su casa durante siglos. El reciente anuncio del Gobierno de que concederá la nacionalidad española a los judíos de origen sefardí pretende reparar aquel error histórico 522 años después. Los sefardíes de Israel y los diseminados por la diáspora judía han recibido con gran emoción la noticia y esperan que se concreten los requisitos administrativos para acreditar dicho origen. Los expertos consultados opinan que no se producirá una avalancha de solicitudes, si bien "la medida resulta esencial a la hora de recuperar la memoria de nuestro auténtico pasado", indica el profesor titular de Historia Moderna de la UCO, Enrique Soria.

La alegría tras el anuncio evidencia una conexión identitaria de miles de judíos con Sefarad, palabra que no es otra cosa que España en hebreo, y la posibilidad de que los tataranietos tengan hoy derecho a volver sobre las huellas de sus antepasados. A reescribir su historia. O, más bien, a continuarla. Jesús Peláez del Rosal, catedrático de Filología Griega de la UCO y experto en Judaísmo, confirma que "muchos sefardíes siguen teniendo la idea romántica de volver a su patria". "No hay ningún lugar en el mundo, salvo las tierras bíblicas, que haya creado un vínculo con los judíos como Sefarad", añade Sebastián de la Obra, director de la Casa Sefarad de Córdoba.

El máximo esplendor de los judíos en Córdoba se dio en el periodo de Al-Andalus. Entonces en España había más judíos que en ningún otro lugar del mundo. Córdoba como capital de Al Andalus fue el centro mundial del Judaísmo, la Nueva York de la Edad Media, a donde todos miraban. El rabino Harav Yerahmiel, que ha participado esta semana en el seminario sobre Cultura judía en Córdoba celebrado en la capital, recuerda además que "Córdoba es uno de los lugares más recordados de la diáspora por ser la cuna del gran Maimónides".

El legado sefardí se ha ido heredando de padres a hijos como un tesoro de teselas que a poco que se unieran formarían parte del mapa de la historia de España: las llaves de las casas que habitaron en Sefarad, monedas de la época, pequeños amuletos, los acordes de una vieja nana... "Los sefardíes han mantenido casi intacta su idiosincrasia cultural y sienten un apego secular por Sefarad, una patria idealizada muchas veces, odiada otras, pero siempre presente en el imaginario colectivo", indica Soria. Además, muchos conservan el ladino, al habla de Sefarad. El rabino Harav Yerahmiel califica de "anomalía histórica maravillosa" el hecho inusual de que "sefardíes de Inglaterra o Turquía sigan arrullando a sus hijos con canciones en español" o que el ritual empleado por los judíos en España sea el hebreo de Castilla: diferente al de los judíos polacos o israelíes. "Con tantas reminiscencias que la música de nuestros salmos suena a música andaluza", dice. El idioma fue además, explica Soria, "una seña de identidad básica de un pueblo culto, activo y dinámico, que en general, ha sido una especie de élite dentro de los judíos europeos y africanos, como el filósofo Espinoza".

El temor de algunos es que, a la postre, todo quede en un mero anuncio y es que la intención de dar el pasaporte a los sefardíes no es algo nuevo. De la Obra explica que ya lo hicieron Primo de Rivera en 1924 y Franco en 1948. Además, advierte de que el anuncio puede generar --y de hecho ya hay-- un sentimiento de agravio comparativo con otros pueblos ligados a la historia de España como saharauis, filipinos o moriscos. El profesor Soria cree que en el caso de los moriscos "sería de igual justicia, pues la expulsión de 1609 afectó a muchos más y está más cerca en el tiempo".