Como corresponde a todo médico que se precie, el presidente del Colegio de Médicos de Córdoba (CMC), Manuel Montero, y el impulsor de la 4 Fiesta de la Solidaridad del CMC, Fernando Rodríguez López, tenían ayer las manos heladas al saludar, al menos en la entrada de la Torre de la Barca, a buena parte de los 300 asistentes al acto.

Pero ya saben: si es un tópico que los médicos tocan con dedos helados, también está el refrán que habla de "manos frías, corazón caliente". Y sobre eso ayer no cabía discusión. Y es que, en un ambiente elegante pero sin ninguna ostentación ni lujo (algo de lo que a veces pecan, lamentablemente, otras fiestas solidarias), los médicos, sus parejas y amigos presentes se gastaron cada uno 40 euros por invitación, un dinero que, salvo unos gastos mínimos e inevitables, irá íntegramente a paliar las necesidades de los seis colectivos solidarios y de cooperación internacional con los que trabaja el CMC a través de su Oficina de Cooperación Internacional. Más aún, la Fundación Bodegas Campos y el propio grupo de Bodegas Campos también contribuyeron ayer, un año más, aportando el almuerzo.

Entre las autoridades pudo verse a las diputadas provinciales María Jesús Botella y Pilar Gracia junto a la edil del Ayuntamiento de Córdoba María Luisa Arcas. Y es que por supuesto no solo había médicos. También acudieron, por ejemplo, la vicerrectora de Internacionalización de la UCO, Carmen Galán, además de los responsables de los seis colectivos solidarios, comenzando por Amparo Berral, que habló sobre Proyecto Visión y la prevención de la ceguera en países en desarrollo, y la doctora María Antonia Torres, que hizo otro tanto con la Fundación Alzahar y sus actividades formativas y docentes y sus campañas quirúrgicas. Con especial cariño se acogió a la Fundación Bangassou, que dirige Miguel Aguirre, como a la doctora Juana Redondo, que informó de Kirira y su trabajo en Kenia; a Rafael Agüera, que hizo lo propio con la Fundación Arruzafa y su labor investigadora y en Tanzania, y Joaquín Tortosa, que detalló el trabajo de la Fundación Urafiki en Tanzania con los misioneros José Aguilar y Miguel Angel Lozano. Todos se llevaron cálidos aplausos, un calor que, como ya se ha dicho, no salía de las manos... era cosa del corazón.