En las fotos antiguas, con su bigotito, pelo engominado y rostro risueño, parecía un cantante de boleros. Y hasta puede que de joven llegara a cantarlos en sus giras con la tuna o en los conciertos del trío musical que montó con dos amigos. Pues hay que decir que, aparte de llevar la fotografía en la sangre, Francisco Linares tocaba con soltura la guitarra y la armónica. Gracias a estas habilidades, cuenta este nostálgico empedernido, enamoró a su mujer, Mari Valle, entonces casi una niña de 15 años, durante una actuación con baile en Hornachuelos, el pueblo de ella. Cincuenta y seis años de casados y cuatro hijos después, confiesa que todavía guarda el botón del abrigo que se le cayó a ella ese día. ¿Habrá hombre más romántico?