De haber podido elegir habría ejercido de jurista y seguro que hubiera sido un buen hombre del derecho. No pudo ser por la prematura muerte del padre, y el más veterano de la saga industrial de los Fuentes-Guerra puso su condición de hombre serio y ecuánime al servicio del negocio familiar, una empresa que durante años, hasta que se la repartieron, regentó Enrique codo con codo con sus hermanos José y Arturo, ya desaparecidos. Hoy el decano de los Fuentes-Guerra es consciente de la responsabilidad de llevar un apellido asociado desde los años veinte a Córdoba, cuya evolución ha ido pareja a la del comercio cordobés y a la de misma ciudad. Y echando mano de la intuición empresarial heredada del fundador, dice que solo "la honradez y la constancia" pueden garantizar el futuro.