Cuando hace cuatro años vecinos del barrio Guadalquivir acudieron a un Pleno del Ayuntamiento de Córdoba con pancartas del tipo "Hoy mis hijos no comerán", la palabra "hambre" llegó al Consistorio por primera vez en mucho tiempo, y así se reflejó en la crónica del momento. Aquella incómoda sesión la disolvió la entonces alcaldesa, Rosa Aguilar, que, sin embargo, había aguantado a otros colectivos ciudadanos más agresivos que la petición humilde que hacía la plataforma Familias Cordobesas por el Empleo del Barrio del Guadalquivir, que reclamaban "queremos un trabajo" y denunciaban que "los servicios sociales nos dan la espalda".

El Ayuntamiento, la institución más cercana a todos hasta que la reforma de la administración local que pretende llevar a cabo el Gobierno de Mariano Rajoy le quite ese título, solo puede actuar de manera indirecta ante estas situaciones. Sin embargo, es el primer lugar al que acude el ciudadano con sus problemas. En aquel día de primeros de abril del 2009 impactó la llegada de la palabra "hambre" al Ayuntamiento, pero en esta misma sección dominical se reflexionaba sobre los instrumentos existentes en el Estado del bienestar para evitar que se llegara a ese terrible extremo y consideraba un primer aviso lo que se oyó en aquel salón, literal o figurado.

Esta semana el Pleno del pasado miércoles oyó de nuevo la palabra "hambre" que cuatro años después tiene un significado más literal, como certifican los informes de Cáritas, que suman en 3 millones de españoles la cifra de personas en situación de extrema pobreza. El PSOE presentó una moción en la que pedía medidas de apoyo municipal para el barrio de Las Moreras, y representantes de esta zona se expresaron ante los concejales, la mayoría los mismos que tenían escaño en Capitulares en el 2009. Conmovedor resultó el testimonio de Ana Sánchez, presidenta de la asociación de vecinos La Palabra, que repitió aquello de "queremos trabajo, no limosnas" rodeado de un respetuoso silencio, mientras denunciaba que en esa zona de la ciudad "hay muchas familias pasando hambre".

Llegó de nuevo la palabra "hambre", que tiene derecho a abrirse camino y enfrentarse a la vergüenza en la que se ha convertido esta España de la crisis en la que el Lazarillo de Tormes ya no es un pordiosero que roba uvas del cuenco de un ciego. Las páginas de los periódicos se llenan casi a diario de gente envuelta en presuntas corruptelas, la de un enchaquetado al que la dirección nacional del PP le indemniza con 229.000 euros por despido improcedente tras verse implicado en un caso de corrupción y confetis. Los pícaros ya no distraen un pañuelo sino que saquean Bankia imbuidos de dignidad en elegantes ternos y colonias y se llevan el manso en plena crisis. Los descuideros de ahora ya no salen corriendo tras darle el tirón a un bolso, sino que sonríen a las cámaras antes de ingresar en prisión como convencidos de que la juez no sabrá qué paso dar en la trama fraudulenta de los ERE de Andalucía.

¿No les darán vergüenza esos comportamientos?

Si después de tantos años de desarrollo y de buenos ingresos económicos, aunque nos creíamos que éramos pobres, las administraciones no han conseguido que barrios como Las Moreras, Las Palmeras o el Guadalquivir encuentren una fórmula de prosperidad más allá de las ayudas sociales que ahora se acaban, el fracaso es colectivo.