El destino las cruzó y ahora son más que amigas. "Lo compartimos todo, así que cuando una de las dos reúne un poquito de dinero, llama a la otra, vamos a comprar dos bolsas de croquetas y dos de calamares y nos lo comemos todos juntos", dice Rocío mientras gesticula con las manos, amoratadas del frío después de su primera noche en la calle. Luego continúa Rebeca: "Vamos a comprar al economato de Cáritas, compramos una bolsa de pañales y la mitad para cada una".

Así salen adelante. Además de las penurias económicas, las une haber sido ambas víctimas del racismo de su propia familia. "A mí no me quieren los míos por haberme ido con un gitano y a ella por estar con un payo". Ante la adversidad, las dos se han unido para luchar por el futuro de sus hijos. "Ahora somos nuestra única familia, ella es mi madre y yo la suya".