Nadie puede imaginar la liberación que sintió Susana al quitarse la mascarilla, justo al traspasar la puerta del hospital, minutos antes de partir hacia su casa. De todo lo que ha vivido, lo más duro fue "despedirme de mis hijos el día 23", afirma, "sobre todo del pequeño, al que solía decirle antes de los ingresos que estaría de vuelta diez días después, que lo señalara en el calendario, y ese día no supe qué decirle".

Tanto Susana como Manuel, el padre de sus hijos y su pareja sentimental desde hace veinte años, se deshacen en agradecimien-tos para el donante y para el equipo del hospital que la ha atendido en el trasplante y durante todos estos años, en especial, "al doctor López Granados y al equipo de enfermeras y auxiliares. Aquí no trabajan personas, son ángeles", dice emocionada.