La financiación de los partidos políticos ha estado en el fondo de la mayor parte de las corrupciones que se han dado en España, sobre todo en las dos primeras décadas de la democracia, pero aún siguen. El hombre del maletín lo tenían los grandes partidos, y también los pequeños en las zonas donde tenían poder si se movía algo de dinero. El partido nunca se sustenta de las cuotas, tiene demasiadas bocas que alimentar y demasiados compromisos que satisfacer, así que va recaudando, y como de esta labor nunca se ocupan personas íntegras ni honestas, pues el del maletín se va llevando su parte, que a su vez reparte, y así ad infinitum . Si los principales dirigentes estaban o no al tanto es cosa de los jueces decirlo, porque ellos siempre aseguran que no sabían nada, y a lo mejor hasta es verdad. Luego, más que recaudar para los partidos, los sinvergüenzas que en ellos vegetaban empezaron a recaudar directamente para sí mismos, y, claro, ya no hay control posible, y la putrefacción se extiende.

Ahora han salido a la palestra las retribuciones 'b' que supuestamente repartía el extesorero del PP Luis Bárcenas, denuncias que están siendo negadas con gran indignación por los dirigentes de este partido, aunque habrá que esperar a ver los resultados de la investigación judicial. En Córdoba, en la etapa de Rafael Merino en la Alcaldía, hubo una denuncia del PSOE en este sentido que se saldó cuando los concejales del PP comparecieron en público con su declaración de la renta. Pero lo de Bárcenas sí que es gordo, y a partir de ahora nos espera una avalancha de informaciones, contrainformaciones, bulos, calumnias, injurias y medias verdades, que volverán a cubrirlo todo de esa gruesa capa de deshonrosa suciedad con que se disfrazan todos los temas de corrupción política. Bárcenas es, de eso no parece caber duda, un sujeto poco recomendable, y sus acciones, quizá no controladas por los dirigentes del PP cuando todavía era posible hacerlo, abren una crisis institucional de dimensiones olímpicas.

Porque mientras las vacas estaban, si no gordas, por lo menos a mano y sabrosonas, la gente vivía su vida y se indignaba en el bar con tanto corrupto, pero ninguno de ellos sufría abucheos por la calle y les seguían haciendo bisagrazos en los restaurantes de lujo. Ahora que la crisis ha impuesto de golpe un gran sufrimiento a millones de españoles, ya no puede soportarse el agravio comparativo de la corrupción, el nepotismo, la falta de empatía de los políticos que mantienen sus prebendas a toda costa.

La crisis avanza, los despidos proliferan, no hay dinero para inversión pública, se recortan servicios y casi no se puede atender a los gastos de sanidad y educación. Así estamos. Y, a pesar de ello, cada mañana, al abrir los periódicos o escuchar la radio, se añade una nota al intenso hedor, y los ciudadanos tienen que escuchar cómo bailan los millones en las cuentas de un saqueo sistemático de España que abarca desde la Casa Real hasta el último ayuntamiento, los saqueos en Marbella, desde los ERE de Andalucía hasta los supuestos maletines del hijo del expresident Pujol, desde el sueldo doble que cobraba sin darse cuenta Sánchez Gordillo hasta el chalet del socialista José Blanco, el apartamento de lujo del presidente madrileño Ignacio González o las cuentas suizas de Bárcenas. Es vomitivo.

Los partidos políticos deberían crear una unidad interna de vigilancia y control de estos comportamientos, que siempre conocen aunque no se puedan demostrar. Y atajarlos de raíz. Y deberían reunir las pruebas que les falten a los fiscales para empapelar al que hace este tipo de daño a la política, una actividad que sería noble si cumpliese su misión de servicio público. Y hacerlo a todos los niveles, porque tan corrupto es el concejal que cobra ilegalmente a los ciudadanos 50 euritos por agilizar un trámite público como el que se lleva 22 millones a Suiza o a paraísos fiscales. Cuestión de oportunidades, podría decirse.