Entró en el mundo del arte casi por casualidad, de la mano de un marido que se la llevó a París para aplacar ansias de aventura. Y ella, joven sensible y vitalista, se dejó llevar. Pero resultó que aquello que le llegó de carambola marcó el futuro de Maite Béjar, que siempre fue una esponja absorbiendo saberes y experiencias. Así, mientras creaba una familia numerosa y respiraba los aires bohemios del Barrio Latino, aprendió las claves de la modernidad europea. Lo hizo por diversos caminos, lo mismo diseñando modelos de alta costura que reparando tapicerías dieciochescas. Pero, sobre todo, se enamoró de las vanguardias pictóricas y las trajo a Córdoba consigo a su regreso. Su galería 'Arc en ciel' (Arcoiris en francés) es hoy un grato recuerdo.