En la Diputación, donde UCD obtuvo mayoría absoluta en aquellas primeras municipales de la democracia, la habilidad y dotes diplomáticas de su presidente evitaron el divorcio entre los partidos que había hecho saltar por los aires los intentos de concordia en el Ayuntamiento. En el Palacio de la Merced, en cambio, se mantuvo el cogobierno de UCD con PSOE y PCE hasta el final del mandato. "Hizo falta mano izquierda, y bastante desgaste personal --reconoce--. Aquella tarea me la eché yo encima solito; era el que acudía a los grupos cuando había conflictos para tratar de resolverlos. Yo sabía que ganaba las votaciones, pero intenté que las cosas marcharan sin necesidad de votación. En cuatro años hubo solo tres plenos donde se votó algún asunto, los demás salían consensuados de la comisión de gobierno".

--¿Qué le dejó en herencia el anterior presidente, Manuel Santolalla?

--Yo me hice a la idea de que había que partir casi de nuevas. Había una cosa importante que venía de antiguo y eran los planes provinciales, prácticamente la razón de ser de las diputaciones. Nosotros multiplicamos por mucho el presupuesto asignado a ellos. Hicimos importantes obras. Desarrollamos un programa amplio de adecentamiento de casas consistoriales, que estaban que daban pena, afianzamos el suministro de aguas potables, el plan de depuradoras, otro de residencias de mayores, e instalaciones deportivas. Y se restauraron muchos monumentos.

--Entre otros el antiguo hospital de San Sebastián para hacer de él un Palacio de Congresos.

--Así es. Rafael de la Hoz tenía una gran cabeza y una gran visión. Una vez hablamos de que había que inventarse cosas para modernizar Córdoba, y de que hacía falta un centro de congresos. El entonces dijo que ahí teníamos el antiguo hospital de San Sebastián y fuimos a verlo. Estaba lleno de jaramagos, no podíamos ni entrar, pero tiramos de planos y me convenció de que allí podía hacerse un centro de congresos de tipo medio, porque ni entonces ni ahora Córdoba necesita equiparse para macrocongresos. El edificio era una preciosidad y el proyecto lo mejoró mucho.

--¿Qué opina de la polémica entablada en relación a su ampliación?

--Yo agradezco que el tema se haya puesto de moda, porque durante todos estos años me ha dado pena ver que aquello que se hizo con mucha ilusión y una finalidad concreta se acabó cediendo a la Junta de Andalucía y que ésta lo había sacado a concurso para hostelería. Con cuatro perras podría volver a servir para lo que se concibió. Y si las circunstancias mejoran y Córdoba puede optar a congresos de miles de personas, hagamos otro centro en Miraflores, que es otro sitio cercano y bien comunicado.

--Fue usted un presidente muy viajero. ¿Qué provincia se encontró en sus visitas?

--Me recorrí tres o cuatro veces todos los pueblos y aldeas. Había muchas necesidades económicas, técnicas y de todo tipo. Los municipios veían en la Diputación una especie de tabla de salvación. Yo aprendí que a Madrid había que ir con papeles bajo el brazo, y me acostumbré a llenar el coche de proyectos y presentarme con ellos en los ministerios.