Dice que su vocación inequívoca ha sido el magisterio, y para creerlo basta con oírle hablar, con su entonación tan bien timbrada y con esa parsimonia pedagógica con que describe las situaciones, que lo mismo te conduce a la risa que te pone un nudo en la garganta. Pero del magisterio lo apartó la jubilación, cosa que no ha ocurrido con su segunda vocación, la de actor. A ella sigue enganchado Julio Sánchez Luque a los 75 años con tanta aplicación que no duda en repasar sistemáticamente las 23 zarzuelas que integran su repertorio y así estar listo para volver al escenario en cuanto suene el teléfono. Como memoria no le falta, debe de ser más un ritual que otra cosa, una forma de matar el tiempo con la voz, su diversión preferida.