Desde nuestra llegada hasta que abandonamos las históricas estancias del antiguo monasterio de San Jerónimo, sobre las nueve y media de la noche, todo fueron cortesías por parte de la marquesa del Mérito y su familia. Y eso que, nada acostumbrada a enfrentarse con la prensa --es mujer de intimidades y paseos solitarios por la gran casa-- tuvo que hacer un verdadero esfuerzo por abrirnos las puertas de su hogar y de su vida, especialmente en unos días en que anda algo indispuesta. Aun así, se dejó fotografíar y 'tirotear' a preguntas con paciencia monástica y, ya concluida la entrevista, no quiso que nos marcháramos sin conocer un lugar tan especial. Mientras, como de costumbre, una campana llamaba a la cena en el refectorio.