El Ayuntamiento se está replanteando el contenido que tendrá el centro de visitantes construido por la Junta junto a la Mezquita, fundamentalmente, por razones económicas. De momento, ya ha descartado por su alto coste económico la instalación de una enorme maqueta romana que obligó a modificar el proyecto durante las obras por sus grandes dimensiones, 3,5 metros de ancho por 4,5 de largo. Además, debe estudiar si trasladar allí o no al Consorcio de Turismo, tal y como estaba previsto, y resolver los procesos abiertos para adjudicar la tienda y el bar. El objetivo es, según fuentes municipales, que mantener el edificio no resulte gravoso para las arcas municipales.

El presidente de la Gerencia de Urbanismo, Luis Martín, explica que "el edificio debe ser viable económicamente" y "operativo, que preste un servicio de información importante al turismo", que debe llevarse una idea clara de lo que ofrece la ciudad. A su juicio, ha de ser "interactivo", debe "animar a pernoctar", pero, sobre todo, tiene que resultar "rentable". Por lo pronto, señala, la maqueta de la Córdoba romana "es inviable, no se va a hacer".

El Ayuntamiento todavía tiene margen de maniobra para decidir qué hacer, ya que la Delegación de Fomento --antes Obras Públicas-- de la Junta no le ha entregado el edificio, casi acabado desde febrero del 2011 y al que solo le faltan unos pequeños ajustes en materia de accesibilidad. La Junta espera que la entrega por parte de la adjudicataria se produzca pronto para poder traspasárselo al Ayuntamiento, que debe equiparlo.

El anterior equipo de gobierno contempló colocar en el interior de centro de visitantes las maquetas de la Córdoba de finales del siglo I después de Cristo y de la que fue capital del califato omeya, con la imagen que tuvo en el año 1000 y su evolución hasta su conquista por Fernando III de Castilla en 1236. Como fuente de inspiración sirvió la maqueta del Modelo de la Antigua Roma (Plastico di Roma Imperiale), ubicado en el Museo de la Civilización Romana (Museo Della Civiltà Romana), y realizado por el arquitecto y arqueólogo Italo Gismondi. La ejecución se iba a encargar a Maquetas Clarmont, autora de Tarraco, que se expone en el Museo de Historia de Tarragona, por 129.800 euros y un plazo máximo de ejecución de cuatro años. Se haría por módulos para poder exhibirlos conforme estuvieran concluidos. El centro albergaría también el plano de los franceses de 1811. Estos elementos compartirían espacio con los restos arqueológicos aparecidos durante las obras. El inmueble trasero tiene los muros del edificio visigodo del siglo VI, una estructura romana que era el límite de una plaza, una almazara con dos piletas de decantación de aceite y otros vestigios, como parte de una prensa; mientras que el delantero, la muralla romana y una alberca del siglo VI.

El anterior equipo de gobierno calculó que dotar de contenido al centro costaría 300.000 euros, entre el acondicionamiento de la sala de actos para proyecciones, un sistema audiovisual y otro de oscurecimiento para la sala de las maquetas, la señalítica y los carteles explicativos de los restos. Además, hay que equipar el bar, la zona de información, el hall, los despachos, la sala del consejo y la zona de oficina del Consorcio, la tienda, e instalar butacas, pantalla y equipos de proyección y sonido.