Encarnación Garrido nació en Córdoba hace 67 años. Corrían malos tiempos en España y siendo casi una niña, emigró a Francia en busca de un porvenir. Allí pasó parte de su juventud, trabajando muy duro lejos de su familia. Y allí conoció también al que acabaría convirtiéndose en su marido y padre de sus cuatro hijos.

En 1968, ambos descendieron desde los Pirineos de vuelta a su hogar, con un hijo en brazos y otro de camino para instalarse en Córdoba, donde el marido de Encarni se buscó la vida como panadero. Los ahorros que traían de sus años de emigrantes les permitieron comprar un piso y sacar adelante de forma más o menos holgada a su numerosa familia.

Hace unos diez años, en época todavía de bonanza económica, uno de sus hijos pidió a Encarni que lo avalara en la compra de una vivienda y ella lo hizo de buena fe. El acuerdo con el banco, según el relato de sus hijas, era que la madre avalara el 20% de la hipoteca, con lo que en un plazo de cinco años ella debería estar liberada de cualquier compromiso. Juan, trabajador de la construcción, cumplió con todos sus pagos hasta que la crisis hizo explotar la burbuja inmobiliaria y acabó en el paro. María del Mar y Pilar, hijas de Encarnación, cuentan que en los diez años que mediaron desde que se produjo la compra hasta que tuvo lugar el primer impago, la pareja de su hermano rehipotecó la vivienda hasta tres veces, sin informar a la familia, "para pagar un coche, una moto y una operación de cirugía estética".

Aquel matrimonio se rompió poco antes del desastre económico que obligó al propietario a dejar de pagar por falta de ingresos. "Cuando dejó de cobrar, se retrasó en el pago tres meses y el banco inició los trámites para desahuciarlo", explica María del Mar, "intentó por todos los medios llegar a un acuerdo, reduciendo la cuota o buscando alguna alternativa que se ajustara a su nueva situación, pero no hubo manera de negociar nada y cada mes que pasaba, la deuda aumentaba en miles de euros por los intereses acumulados".

En cuestión de semanas, el banco ordenó la subasta y embargo del piso de Juan, tasado en su día en 86.000 euros y valorado ahora solo en 62.000, y tramitó paralelamente la subasta del piso de Encarnación. Fue en ese momento en el que saltaron las alarmas, ya que todos pensaban que aquel aval ya no tenía efecto, como en su día se habló. "Se suponía que mi madre avalaba solo el 20% y que a los cinco años estaba libre, pero el banco dijo que no, que también se quedaba con el piso de ella", aseguran indignadas María del Mar y Pilar, que desde entonces han vivido una auténtica pesadilla y que no entienden cómo el mismo banco que ahora niega a su madre un préstamo, aceptó entonces que firmara un aval sin protegerla ni informarla de lo que eso suponía.

La situación se complicó bastante. "El banco nos amenazaba con dejar en la calle a mi madre, enferma y discapacitada, si no pagábamos de un día para otro miles de euros que no teníamos, todos los hermanos estamos en el paro actualmente", señalan, "y nosotros solo repetíamos que no podíamos pagar y que el piso de mi hermano tenía que ser suficiente".

Días antes de la subasta, María del Mar encontró en la calle un cartel de Stop Desahucios y contactó con el abogado de la plataforma, que solo tuvo tiempo de paralizar el proceso de embargo abierto contra la madre. Juan ha perdido su piso, pero sigue teniendo la deuda con el banco. A su ex pareja nadie le ha pedido cuentas de la hipoteca. Encarnación sigue a la espera.