"Yo he llorado, he chillado y he pegado patadas a las paredes por la impotencia, pero después solo te queda tirar para adelante y reírte hasta de ti misma. La risa es el mejor bálsamo".

Paqui nació en un pueblecito pequeño de Sevilla, Martín de las Jaras. Muy apegada a su padre, que ha sido siempre su mayor apoyo, vivió una infancia sencilla junto a su hermano, y se casó joven. "Con 22 años me vestí de novia y con 24 nació mi primera hija, Agueda", explica. La maternidad volvió a llamar a su puerta tres años más tarde y ahí su vida dio un giro de 180 grados. "Recuerdo perfectamente el día que nació Rocío, en Osuna. Era una niña muy bonita, pequeñita (pesó 2,290 gramos), pero tenía un llanto muy agudo que llamaba la atención".

A los dos meses de nacer, la niña fue ingresada con fiebre y el médico detectó que sufría hipotonía (falta de firmeza muscular) por lo que se la sometió a varias pruebas que no dieron ningún resultado. Cuatro meses más tarde, la pequeña volvió al hospital con bronquitis y esta vez la prueba genética detectó que el problema de Rocío se llamaba síndrome del cromosoma 5 o maullido de gato. "Cuando me lo dijeron, me vine abajo, yo no tenía ni idea de lo que era, ni siquiera el médico lo sabía, solo me dieron un folio con dos teléfonos de la asociación Asimaga y ánimo para afrontar lo que se me venía encima".

La presidenta de la entidad, Josefina, madre de otra niña con el mismo síndrome, se convirtió en aquel momento en el principal apoyo de Paqui. "Además de escucharme a diario, fue la que me puso los pies en la tierra". Los dos primeros años de vida de su hija menor los pasó en la carretera. "Me trasladé a Gilena y desde allí empecé a llevar a la niña a todo tipo de actividades, rehabilitación, atención temprana, fisioterapia porque la estimulación es clave".

Pragmática por naturaleza, nunca quiso engañarse, sino luchar partiendo de las posibilidades reales de su hija. En busca de la mejor educación para ella, cuando Rocío cumplió tres años, Paqui se trasladó a Cabra, donde, sin abandonar el entorno de un pueblo pequeño, encontró un colegio adaptado a sus necesidades. La relación de pareja con el padre de sus hijas ya estaba rota, así que Paqui se fue sola con ellas. "Nos mudamos el 21 de octubre del 2007, sin conocer a nadie", explica, "por lo que he tenido que afrontar sola situaciones muy complicadas".

La enfermedad de su hija ha redefinido su orden de prioridades. "Hace tiempo que paso de las tonterías de la gente y que me centro en lo verdaderamente importante". Luchar y no resignarse es su meta. "Siempre he pensado que la enfermedad de Rocío no podía condenar a mis hijas a vivir una tragedia, por eso cuando estamos mal ponemos música a toda potencia y cantamos". Juntas van a todas partes. "Se agobia en la calle, pero ya hemos empezado a ir al cine y hacemos excursiones". Desde hace 5 meses, Paqui no está sola. Ha rehecho su vida junto al humorista Mawy, que comparte con ella la filosofía de vida y la risa contagiosa. "Hacemos un buen equipo y además se lleva con mis hijas fenomenal", explica, sonriente.