--¿Cómo se involucra en el tratamiento del alcoholismo?

--Estando trabajando en el Sáhara me ocurrió un hecho inesperado. Un día se me acercó un comandante y me preguntó si me gustaría asistir a unos cursillos de cristiandad. Participé en estos cursos durante 3 días. Para mí aquello supuso un impulso grande en el deseo de ayudar a los demás y cambio la historia de mi vida. Me pegué mucho a Jesucristo y eso es muy peligroso porque te complica. Ahora que se acaba de conmemorar el cursillo de cristiandad número mil puedo decir que mi mujer y yo hemos organizado más de 40. Hemos vivido los dos siempre con el compromiso de ayudar a los demás, aunque un poco en perjuicio de nuestros propios hijos. Podía haber tenido más dinero si hubiera mercantilizado la medicina, pero opté por esta vía.

--Pero en lugar de enriquecerse decidió seguir con su labor de voluntariado, con el tratamiento integral del enfermo alcohólico y además comenzó a visitar a los presos en la prisión de Fátima.

--Dedicaba la mañana de los domingos a ir a la cárcel. Los reclusos tenían el problema que no sabían qué hacer cuándo salían de la prisión.

--Por este motivo, por su casa no ha sido raro ver a muchos presos que se alojaban allí durante los permisos.

--En la cárcel de Fátima había muchos maleantes y los sótanos eran húmedos. Había familias completas en la prisión, como gallinas en un corral. El problema grave es que no había un dispositivo oficial que se encargara de la rehabilitación social de los presos cuando cumplían sus condenas. Hace unos días he recibido la última visita de un preso rehabilitado. Mi esposa y yo hemos asistido a bodas de reclusos e incluso ejercido como padrinos. Nos llaman y visitan y seguimos en contacto.

--¿Qué buenos amigos ha tenido durante su vida?

--Hay un dicho que sostiene que los amigos se pueden contar con los dedos de la mano, pero eso es mentira. Por mi situación soy proclive a tener muchos amigos. Para los alcohólicos soy su amigo, su padre y su hermano. Salvo excepciones, el alcohólico es gente buena y agradecida. He tenido amigos también de la infancia y el problema doloroso de la vejez es perder esas amistades cuando fallecen. Cuando se muere un amigo se siente una pérdida muy parecida a la muerte de un padre. Es imposible mencionar tantos nombres de amigos. Puedo recordar a Salvador Carrasco y su mujer Paqui; Pedro Fernández y su mujer Mari Angeles, y Vicente Luna y Concha. También Antonio Navarro y su esposa, Isidoro Martos y su mujer Paqui, Antonio Alias o Antonio Sendra.