De la vida en la cárcel, no parece tener queja. Reside en el módulo de respeto número 1, "la joya de la corona de la cárcel de Córdoba", dice, y uno de los reservados a los presos que observan mejor comportamiento, independientemente del delito que hayan cometido. En ese módulo, más parecido a un gran colegio de adultos que a una cárcel, ha sabido aprovechar el tiempo de encierro. "Tenemos gimnasio, biblioteca y talleres de todo tipo", explica, "mi experiencia ha sido buena, me ha reformado bastante, no solo me ha hecho ver las cosas de otra forma, sino que he aprendido otro oficio, ahora soy un manitas de la carpintería", explica al tiempo que me enseña el barco en el que trabaja. Rodeado de hormigón, sabe que se equivocó tomando el camino fácil. "No merece la pena arriesgarlo todo, yo he perdido años de mi vida y casi pierdo a mi familia".